La deuda externa es el endeudamiento de un país con entidades extranjeras, bien por ser contraída por las Administraciones Públicas (deuda pública), o bien, por préstamos recibidos por empresas y particulares (deuda privada).
Un país tiene que recurrir a fondos del exterior cuando escasea el ahorro interno y necesita recursos para invertir y producir mayor volumen de bienes y servicios. Si los fondos no se utilizan de modo eficiente, el país se ve en la necesidad de solicitar la refinanciación, la demora en la devolución o la reestructuración del crédito.
La deuda exterior es una de las principales vulnerabilidades de la economía española. El endeudamiento bruto conjunto público y privado en manos extranjeras ha superado los dos billones de euros, una cifra nunca alcanzada, que supone el 167% del PIB.
Según el Banco de España, descontando los préstamos realizados por el país al exterior, la posición de inversión internacional neta se situaba en el cuarto trimestre de 2018 en un 84% del PIB, el dato más bajo desde 2007, lo que indica una menor dependencia del ahorro exterior.
La deuda total española se incrementó notablemente cuando los bancos españoles acudieron al mercado internacional a financiarse emitiendo titulizaciones y cédulas hipotecarias, a fin de poder prestar el dinero que demandaba el sector inmobiliario, creando la burbuja que reventó al final de 2007.
En el siguiente gráfico tenemos la evolución de la deuda externa española que, pese a ir descendiendo, resulta muy elevada en la actualidad.
En una perspectiva amplia, la deuda es una abstracción que consiste en utilizar dinero futuro para llevar a cabo en el presente una inversión productiva, que es la que ha de generar ese dinero. Gracias a este sutil artificio, la humanidad ha podido mejorar sus condiciones de vida a lo largo de los siglos
La deuda no es en sí negativa, pero viene a ser un arma de doble filo. Si se utiliza sin prudencia deja de crear bienestar generalizado y se convierte en un medio de dependencia.
Además de devolver el crédito, la necesidad de pagar los intereses que genera la deuda externa contraída por el Estado requiere un nivel mayor de impuestos o la reducción de gastos. Supone la transferencias de recursos al extranjero, lo cual significa una pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos del país.
Parece que estamos ante el final del ciclo expansionista en las tres potencias económicas más relevantes: Estados Unidos, China y Alemania. En su reciente conferencia de prensa, el Banco Central Europeo rebajó las previsiones de crecimiento de los países europeos y adelantó que lanzará a partir de septiembre nuevas inyecciones de liquidez, para asegurar que el crédito fluya de los bancos a empresas y familias.
España mantiene en los últimos años, coincidiendo con el crecimiento económico, un superavit por Cuenta Corriente en su Balanza de Pagos en torno al 1,6% del PIB. Este excedente de ahorro frente al exterior puede ser un alivio para afrontar en los próximos años cualquier cambio brusco de la coyuntura económica.
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