martes, 29 de noviembre de 2016

EL PRECIO DEL TRABAJO


Al igual que el Indice de Precios al Consumo (IPC) mide los cambios en el precio de una "cesta básica" estandarizada de bienes de consumo y servicios, el nuevo Indice de Precios de Trabajo (IPT), que ha preparado el Instituto Nacional de Estadística (INE), en base a una “cesta básica” estandarizada de puestos de trabajo, establece la variación salarial entre diferentes períodos. Cada puesto de trabajo está determinado por un conjunto de variables: rama de actividad, ocupación, antigüedad, tipo de contrato, edad, etc.

Por tanto, El IPT, de periodicidad anual, no está afectado por cambios en la calidad y cantidad de trabajo realizado, porque se han eliminado los efectos del “cambio de composición”, que se deben, entre otros factores, a la variación en el número de horas trabajadas, en el tipo de contrato, en las características de los asalariados, etc.).

Resulta sorprendente el dato de que en 2009, en el momento más intenso de la crisis, con una caída del 7% en el empleo, los salarios reales medios aumentaran un 4,5%. La explicación es que no se había tenido en cuenta que la crisis se estaba llevando por delante a cientos de miles de empleos con salarios bajos, principalmente temporales y del sector de la construcción, aumentando artificialmente los salarios medios (efecto composición).

El salario medio subió un 4,1%, no tanto por un aumento medio real de remuneraciones sino porque la destrucción de empleo modificó la composición del colectivo analizado. Al conservar su ocupación los trabajadores que más ganaban y perderla los que menos, el salario medio creció notablemente por el citado “efecto composición”. En realidad, en términos homogéneos, la subida salarial fue del 1,5%.

Según la información del INE, la variación acumulada en el período 2008-2014 fue del -0,7%, por tanto, el IPT indica que, al final del período de 6 años, los salarios eran inferiores a los iniciales.

En el siguiente gráfico tenemos la evolución anual del IPT


Se puede observar que, pese a los aumentos de salario medio en tres años, las importantes caídas de los años 2011 y 2012 hacen que, en conjunto, el período de 6 años de crisis haya sido negativo para los trabajadores.

Pero estos salarios son nominales y no tienen en cuenta el incremento del IPC en el período. En el siguiente gráfico tenemos los salarios reales, resultado de añadir a la pérdida de salario nominal de 6 años (-0,7%) la pérdida de capacidad adquisitiva por incremento del IPC (8,5%).


El gráfico viene a mostrar la devaluación salarial sufrida realmente por los trabajadores durante la crisis. La capacidad adquisitiva descendió en un 9,2%, una caída media del 1,5% anual.

Estos datos explican que el trabajo no esté garantizando en muchos casos la salida de la pobreza y que, al afectar en mayor medida la pérdida salarial a la rentas más bajas, crezca la desigualdad entre las familias.











martes, 22 de noviembre de 2016

EL SECTOR PÚBLICO EN LA ECONOMÍA


Últimamente han surgido dos declaraciones novedosas en la perspectiva sobre la función del Estado (Administraciones Públicas) en la economía de un país: los conservadores británicos, en contra de su tradicional ideario, están tratando ahora de incorporar la intervención pública al desarrollo industrial del Reino Unido, y en la Unión Europea, la Comisión Juncker, con mayoría también conservadora, prepara un Plan de Inversión, con fondos públicos y privados, para impulsar el crecimiento económico en lo países asociados.

En el desempeño económico de una sociedad moderna intervienen tanto el sector privado como el Estado. Entre ambos realizan la asignación y la distribución de los recursos de la sociedad. Pese a que prevalece la idea de vivir en una economía de mercado, los países cuentan con un sector público presente en muchas esferas de la actividad económica

Además de las transacciones económicas del ámbito del sector privado, en el desarrollo económico inciden los bienes y servicios, las leyes y normas, la educación, las infraestructuras y el bienestar social, facilitados por la actividad pública. Aunque diversas corriente de pensamiento económico han propugnado que la intervención del Estado debe limitarse a un mínimo, lo cierto es que sus funciones han ido ampliándose a lo largo de los dos últimos siglos en la mayoría de los países.

Una de sus funciones más importantes es la gestión del gasto público, estableciendo políticas que fijen las prioridades estratégicas del país y las áreas en las que se deben invertir los recursos aportados por los ciudadanos, tales como justicia, sanidad, educación y seguridad.

Una segunda función es la regulación y el seguimiento de la actividad económica, sirviéndose de la política monetaria, asignada al banco central, y la política fiscal, estableciendo los impuestos necesarios y recurriendo al endeudamiento cuando sea preciso para financiar la estructura pública y los servicios ofrecidos a los ciudadanos. Además, la regulación estatal debe garantizar la libre competencia, con normas antimonopolio como defensa de los consumidores.


Vemos en el gráfico que el gasto público español en el año 2015 (43,8%) estaba por debajo de la media de los principales países europeos (47,7%)

En un sistema capitalista, la actuación del Estado trata de mantener el equilibrio entre dos objetivos, en muchos casos contradictorios: favorecer la reproducción del capital privado y proteger el ejercicio del poder ciudadano, ya que que en las democracias parlamentarias, el Estado es la instancia colectiva en la que los ciudadanos pueden tener cierto poder no derivado de su capacidad económica.

Aunque la teoría neoclásica considera que el Estado apenas debe intervenir en la vida económica, el mundo empresarial cuenta con las entidades públicas para desarrollar sus actividades tanto en épocas de expansión como de dificultades. En la crisis de 2007, todos los agentes económicos privados han considerado que corresponde al Estado tomar las medidas necesarias para salir de la recesión. Los ejemplos más significativos han sido los millonarios rescates de algunos importantes bancos con dinero público.

No cabe duda de que el planteamiento de incrementar la intervención del Estado muestra cierto escepticismo respecto a la capacidad del mercado para solucionar los retos a los que se enfrentan las economías. Hay aspectos, como el estímulo a la innovación y el conocimiento, que requieren el apoyo decidido del sector público, así como la implementación de políticas sociales que garanticen el estado de bienestar.

En la búsqueda de la intervención estatal existe también cierta fascinación por las economías orientales, que incluyen participaciones públicas directas en el entramado productivo, con un control importante de las estrategias y resultados. Así, en países como China y Corea del Sur se impone un modelo de desarrollo industrial competitivo que amenaza el liderazgo de algunas grandes empresas occidentales.






martes, 15 de noviembre de 2016

CAMBIOS EN EL MERCADO LABORAL

El cambio normativo que introdujo el Gobierno español en el mercado laboral en el año 2012 ha deteriorado las reglas de contratación, las de despido, las condiciones de trabajo y la negociación colectiva. Un síntoma de la inquietud suscitada es el aumento del “presentismo laboral”, un término que utilizan los médicos e investigadores sociales para referirse a las personas que trabajan estando enfermas, para no perder una parte del salario o evitar el riesgo de quedarse sin empleo.

El objetivo de la reforma laboral se ha centrado en provocar la caída de los salarios para mejorar la competitividad, como sustitución de la devaluación monetaria, que no es posible al pertenecer España a la Eurozona. Se ha tratado de abaratar productos y servicios para facilitar las exportaciones, a base de recortar costes, sobre todo laborales.

El planteamiento responde a la perspectiva dominante (economía neoclásica) sobre el mercado laboral, que considera el tiempo de trabajo como una mercancía más, sujeta a los vaivenes de la oferta y la demanda. El modelo concluye que, en un entorno plenamente competitivo, las fuerzas del mercado establecerán un equilibrio de los intereses opuestos de trabajadores asalariados y empleadores, tendiéndose al pleno empleo.

La realidad española es que para la quinta parte de la población activa el trabajo regular y permanente ha dejado de formar parte de sus expectativas y los que tienen empleo temen perderlo.

A nivel europeo, las reformas de los últimos años se han basado en esta idea del funcionamiento del mercado laboral, que ha propiciado el auge de los “minijobs” (jornada parcial) y el trabajo temporal. Ha mejorado el empleo, pero a base de incrementar el trabajo parcial involuntario y hundir en la pobreza a muchos trabajadores.


Observamos que la población activa española (ocupados más los que buscan empleo) ha descendido en las últimos cinco trimestres, lo cual está ayudando a que descienda el paro. La caída del número de activos es debida a la reducción de la población en edad de trabajar, el incremento de jóvenes menores de 25 años que cursan estudios y el aumento de los desanimados, personas que piensan que no van a encontrar empleo.

Tras la crisis de 1929, el economista británico J.M.Keynes, rebatiendo a los neoclásicos, estableció que el nivel de empleo depende fundamentalmente de las expectativas de los empleadores, que no serán buenas a medio plazo ante el descenso de consumo que origina la caída de los salarios, porque las retribuciones de los trabajadores son ingresos con los que se demandan bienes y servicios a las empresas, que pueden acabar vendiendo menos, con lo que acaban necesitando menos trabajadores.

A fin de corregir el paro elevado, Keynes planteó la intervención de los poderes públicos para aplicar políticas económicas coyunturales que incrementen la demanda, tales como las políticas presupuestaria, monetaria y de rentas. Así, una subida del salario mínimo aumentará el poder adquisitivo de los trabajadores, el planteamiento de obras públicas incrementará la inversión y las facilidades de crédito estimularán el consumo de los hogares, así como los proyectos empresariales.

En esta línea de actuación, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, para aumentar la tasa de crecimiento y crear más empleo, planteó recientemente impulsar las inversiones en la Unión Europea, con el objetivo de que lleguen a 630.000 millones de euros de aquí a 2022, según la hoja de ruta expuesta ante el pleno del Parlamento Europeo, durante su discurso del Estado de la Unión.

Por el momento, los datos disponibles sobre el mercado de trabajo ponen de manifiesto que, pese a la recuperación económica, el descenso del paro está siguiendo una estrategia de creación de empleo precario y el desempleo se hace cada vez más crónico y está menos protegido.






martes, 8 de noviembre de 2016

ECONOMÍA DEL "EFECTO GOTEO"

La teoría del “efecto goteo” surgió en el siglo XX en el mundo de la moda, al considerar que la forma de vestir de las clases más altas llega a las más bajas en forma de “goteo”, de arriba hacia abajo, por imitación

Hacia los años 80, la teoría fue adoptada por la económica neoliberal y dio fundamento a las políticas fiscales del presidente norteamericano Ronald Reagan, El “efecto goteo”viene a decir que las generosas prerrogativas fiscales proporcionadas a las grandes empresas y las rebajas de impuestos en favor de los más ricos generan beneficios que, cayendo hacia abajo como gotas, se transforman en ventaja para todos.

También se llama “teoria del derrame” porque recoge la imagen de unos vasos colocados en pirámide. Vertiendo un líquido al vaso que se encuentra en la cúspide se observa que, al llenarse el vaso, el líquido restante gotea o salpica a los de abajo.

Así sucede el fenómeno físico, pero es porque no cambia el tamaño de ningún vaso. Trasladado a la economía, si los que están en la parte superior absorben cada vez más riqueza (aumento del tamaño de los vasos), acaban recogiendo gran parte del aumento de PIB (el nuevo liquido que se vierte), tal como se observa en la siguiente figura




La economía del goteo o del lado de la oferta hace referencia a las políticas económicas que favorecen a los llamados “generadores de riqueza”. Se pregona que beneficiar a los empresarios ayudará a crear empleo y mejorará las condiciones de vida de todos los ciudadanos. En los discursos de John F.Kennedy se encuentra el aforismo que se repite continuamente: “una marea alta levanta todos los barcos”

Esta forma de ver la economía dice que las políticas públicas deben centrarse exclusivamente en potenciar los crecimientos de los países, porque esa riqueza que se genera se va repartiendo por sí misma, goteando a todas las capas sociales

La agenda económica actual sigue dominada por esta teoría, que ha sido respaldada por organismos internacionales, tales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)

Sin embargo, parece que hay cierto cambio en la dirección de los vientos. Hasta el FMI, que está teniendo que considerar a la distribución de la renta como un asunto importante de la estabilidad macroeconómica, en sus jornadas de otoño, ha señalado que el mundo se recupera lento y frágil de la crisis más dura desde la Gran Depresión, un declive brutal que ha empobrecido a las clases trabajadoras hasta en los países más ricos.

Admite que la riqueza no se reparte sola, es decir, que la economía del goteo es insuficiente y que ha aumentado la desigualdad en las últimas décadas. Reconoce que la distribución de la renta afecta al crecimiento, porque si la proporción de los ingresos del 20% más rico se incrementa, el crecimiento del PIB decrece en el medio plazo.

Los datos muestran que una insignificante minoría de la población mundial acumula la quinta parte de la riqueza del planeta. Recientemente, la ONG Oxfam daba a conocer que 62 personas tienen la misma riqueza que 3.600 millones, un símbolo muy claro de la injusticia del sistema económico neoliberal. Es evidente que la riqueza no está goteando hacia abajo para penetrar en las capas sociales más bajas.

Como afirman algunos economistas, las herramientas con las que se trabaja han tendido a centrarse en el crecimiento del PIB, pero el problema es que si ese crecimiento va al 2% de la población y el 98% pierde, además de ser injusto, se genera un problema sociopolítico
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martes, 1 de noviembre de 2016

TASA DE EMPLEO

La Encuesta de Población Activa (EPA), que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística (INE), señala que el número de ocupados en España ha aumentado en 226.500 personas en el tercer trimestre de 2016 y se sitúa en 18.527.500. La tasa de empleo (ocupados/población mayor de 16 años) es del 48,07%, con una subida de 1,17 puntos porcentuales en variación anual.

El crecimiento del PIB continua en torno al 3%, el petróleo sigue a precios moderados, el euro se encuentra débil, el turismo crece a buen ritmo y los tipos de interés son muy bajos.  Todo ello hace que España se encuentre en condiciones para seguir por la senda de crecimiento del empleo. El problema es la tasa de temporalidad, que se sitúa en el 27% del colectivo de asalariados, el porcentaje más alto de la Unión Europea tras Polonia. La temporalidad suele ser habitual en los terceros trimestres, pero se ha agudizado este año.

Recordemos que, según los criterios utilizados por la EPA, una persona está ocupada si ha trabajado el menos durante una hora en la semana de referencia de la encuesta. Las personas sin trabajo se consideran paradas si han tomado medidas para buscar trabajo por cuenta ajena o han hecho gestiones para establecerse por su cuenta durante el mes precedente y si, además, están disponibles para empezar a trabajar en un plazo de dos semanas. En cuanto a la categoría de personas inactivas, incluye a las mayores de 16 años que ni trabajan ni buscan empleo.



El período estival ha empeorado la precariedad del empleo. El número de asalariados temporales aumentó de julio a septiembre en 245.900 personas debido a los contratos para la campaña veraniega. Los ocupados de forma indefinida, sin embargo, fueron 29.100 menos que en el trimestre anterior. Estos datos muestran que la recuperación del empleo está dándose en actividades que demandan un empleo temporal y de baja calidad.

El paro disminuye este trimestre en 253.900 personas, situándolo en 4.320.800, un 18,91% de la población activa, que experimenta un descenso de 27.300 personas, hasta quedar en 22.48.300.

En el siguiente gráfico podemos observar la situación en la que se encuentran los hogares españoles al final del tercer trimestre de 2016:


Es especialmente grave la situación de casi un millón y medio de familias con todos los miembros parados, sobre todo teniendo en cuenta que la prestación de desempleo no cubre más que en torno a la mitad de los parados.

En una comparación sobre el nivel de empleo con otros países de la Unión Europa (UE), con los criterios de Eurostat, que calcula la tasa de empleo sobre la población entre 20 y 64 años, España está en la cola de los países. Tiene una tasa del 62%, alejada del 70% de la media de la UE y, sobre todo, del 75% fijado como objetivo en la estrategia “Europa 2020”