martes, 1 de enero de 2013

EL DOLAR Y EL SISTEMA FINANCIERO


El abultado déficit fiscal norteamericano, que  alcanza el 7,3% del PIB, y  la relajada política monetaria de su Reserva Federal, entre otros factores,  hacen temer que podría debilitarse la posición del dólar como base del sistema financiero internacional.


A lo largo del siglo XIX, desde las Guerras Napoleónicas hasta la Primera Guerra Mundial  estuvo vigente en el sistema financiero internacional el patrón oro, que definía por ley el valor de la moneda de un país como equivalencia a una cantidad fija del metal amarillo.

Además de piezas de oro circulaban billetes de banco, pero las autoridades monetarias estaban obligadas a convertir el papel en oro cuando el público lo pidiera, respetando el tipo de cambio legalmente establecido.

Por ejemplo, el dólar norteamericano estaba definido como una veinteava parte de la onza de oro (28,70 gramos) y la libra esterlina era aproximadamente una cuarta parte de una onza. Por lo tanto, tener un dólar equivalía a disponer de gramo y medio de oro, aproximadamente

En ese sistema, los valores de las diferentes monedas se estabilizaban dentro de una estrecha franja, porque cuando un país sufría déficit en la balanza de pagos se producía, al liquidar las cuentas, una salida neta de oro fuera de su territorio, reduciendo con ello la oferta monetaria en el propio país que, a su vez, causaba disminución  de precios en el mercado interno con respecto a otras naciones.

Al ganar el país competitividad con la reducción de precios y salarios, se alentaban las exportaciones y se reducían las importaciones, posibilitando así que el país aumentara la cantidad de oro por la diferencia  entre los cobros y pagos.

Por tanto, entre los flujos comerciales y los derivados de los movimientos de capitales, había cierto proceso de compensación automática entre los países,  que llevaba hacia el equilibrio las cuentas exteriores.

El sistema de patrón oro aportó una gran estabilidad a la situación financiera mundial, debido a la escasa inflación que provocaba y a que el tipo de cambio fijo resultaba una bendición para el comercial internacional.

El inconveniente era que la cantidad de moneda en circulación estaba limitada al oro existente y resultaba insuficiente para hacer frente a los cobros y pagos derivados de las transacciones internacionales.

En la conferencia de Génova, en 1922, surgió el sistema patrón cambios-oro, cuya característica más destacada era la no convertibilidad en oro de las monedas de los países de manera directa, sino que fijaba un valor constante para cada moneda con respecto al oro. Ello permitió que, pese a no tener respaldo de oro, aumentara notablemente la cantidad de libras esterlinas en circulación

Con la pérdida de importancia del Reino Unido en  el contexto internacional y sin posibilidad de convertir las libras en oro, el sistema patrón cambio-oro fue decayendo lentamente.

A finales de la Segunda Guerra Mundial, desde la conferencia de Bretton Woods (1944), con la hegemonía de EE.UU en el contexto internacional,  acabó siendo  sustituido por el patrón de cambios-dólar, que da un valor fijo al dólar respecto del oro y, al mismo tiempo, a las restantes monedas un valor fijo en dólares.

El nuevo sistema facilitó el creciente comercio mundial entre las décadas de los años 50 y 60. Sin embargo, la abundante emisión de dólares para financiar la guerra de Vietnam obligó a Nixon a terminar con la convertibilidad del dólar en oro en 1971.

Desde la ruptura de la relación con el oro, el dólar se convirtió en la divisa internacional por excelencia y también en la principal reserva de los bancos centrales del mundo. Una consecuencia directa de la decisión unilateral de EE.UU. fue la sostenida devaluación, que en los años 70 dio lugar a una inflación generalizada.
 Podemos observar en el gráfico la disminución de la capacidad adquisitiva del dólar a lo largo del siglo XX. Desde que el dólar abandonó su respaldo en oro en 1971 ha perdido un 81% de su valor.

Cuando la hegemonía del dólar fue aceptada por los países para acceder al comercio internacional, se esperaba que el sistema fuese racional y transparente. Pero el desastre provocado por las hipotecas subprime y los derivados financieros en la crisis actual ha levantado seria dudas sobre el valor de los dólares mantenidos por los bancos centrales.

Lo cierto es que, con vaivenes coyunturales,  el poder adquisitivo del dólar se ha reducido fuertemente a lo largo de los años, lo que pone en duda su función de depósito de valor.  

Cada vez se discute más que una moneda global sea la misma que circule en el interior de un único país. Dicho de otra manera, se cuestiona que un país tenga en exclusiva la imprenta de hacer billetes de la moneda internacional.

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