martes, 15 de enero de 2013

LA CAÍDA DEL CONSUMO PRIVADO


El aceite de girasol gana terrero al de oliva, se compran cuatro turismos usados por cada uno nuevo y se dieron de baja dos millones de líneas de teléfono móvil en el 2012.

La combinación de desempleo, subidas de impuestos y reducciones de salarios ha disminuido la renta disponible de las familias españolas. Y la entrada en vigor del nuevo IVA ha venido a agravar la caída del consumo general.

La partida con mayor peso en el Producto Interior Bruto de un país es precisamente el consumo familiar o privado, que tiene tres componentes: a) Bienes perecederos, tales como alimentos y ropa; b) Bienes duraderos, que pueden ser utilizados muchas veces a lo largo del tiempo: un ordenador, un frigorífico, y c) Servicios, actividades intangibles, como sanidad  y educación.

En el siguiente gráfico observamos la evolución en los últimos 10 años de los ingresos familiares (Renta Bruta Disponible, en línea negra), el consumo de los hogares (línea amarilla) y, el ahorro  (barras azules)

En el comportamiento de las familias inciden, según el análisis económico, además de la renta disponible, que cayó un 1,6% interanual en el tercer trimestre de 2012, sin duda el elemento de mayor incidencia en las compras de bienes y servicios, cuatro factores: la renta permanente, el ciclo vital, la renta relativa y el efecto riqueza.  

La teoría de la renta permanente establece que la decisión de consumo actual depende de la previsión que hagan las familias sobre los ingresos a largo plazo. Los hogares aumentan su consumo actual cuando estiman que en el futuro dispondrán de mayores rentas y bajan si están convencidos de que va a reducirse su renta, aunque todavía no les haya afectado.

La teoría del ciclo vital señala que hay varias etapas a lo largo de la vida de las personas que se corresponden con pautas de consumo diferentes. Cierta propensión al endeudamiento en la juventud; mayor capacidad para generar rentas y ahorrar, en la edad adulta, y, por último, un tiempo de jubilación, en el que se gastan los ahorros anteriores.

Hay economistas que hacen hincapié en la importancia de la  renta relativa, la de los consumidores en relación con la media de su entorno. Piensan que  resulta importante para explicar el comportamiento del consumo, debido a que se produce un efecto demostración, por el cual se imita el gasto que realizan los consumidores de rentas más altas, que actúan como una especie de prescriptores. La elevada implicación de familias con renta limitada en el boom de las hipotecas del comienzo de la crisis financiera actual podría ser un ejemplo de tal comportamiento.

Por último, el denominado efecto riqueza es otro factor que tiene incidencia en el nivel de consumo. Disponer, por ejemplo, de un activo financiero, además de los ingresos corrientes, lleva habitualmente a un mayor consumo cuando esa inversión financiera se revaloriza, aunque no se traduzca en ingresos para el propietario. En sentido inverso, las pérdidas generalizadas de valor de los fondos de inversión y de pensiones que se han producido en los últimos tres años han llevado a gastar menos a sus titulares.

Estos análisis vienen a indicarnos que si se quiere actuar sobre la demanda de consumo privado, a fin de situar al conjunto de la economía en la senda del crecimiento, no basta con acciones coyunturales, sino que se requieren políticas destinadas a modificar las perspectivas y las rentas en el largo plazo.

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