El aceite de girasol
gana terrero al de oliva, se compran cuatro turismos usados por cada uno nuevo
y se dieron de baja dos millones de líneas de teléfono móvil en el 2012.
La combinación de
desempleo, subidas de impuestos y reducciones de salarios ha disminuido la
renta disponible de las familias españolas. Y la entrada en vigor del nuevo IVA
ha venido a agravar la caída del consumo general.
La partida con mayor
peso en el Producto Interior Bruto de un país es precisamente el consumo
familiar o privado, que tiene tres componentes: a) Bienes perecederos, tales
como alimentos y ropa; b) Bienes duraderos, que pueden ser utilizados muchas
veces a lo largo del tiempo: un ordenador, un frigorífico, y c) Servicios,
actividades intangibles, como sanidad y
educación.
En el siguiente gráfico
observamos la evolución en los últimos 10 años de los ingresos familiares (Renta
Bruta Disponible, en línea negra), el consumo de los hogares (línea amarilla)
y, el ahorro (barras azules)
En el comportamiento de
las familias inciden, según el análisis económico, además de la renta
disponible, que cayó un 1,6% interanual en el tercer trimestre de 2012, sin
duda el elemento de mayor incidencia en las compras de bienes y servicios, cuatro
factores: la renta permanente, el ciclo vital, la renta relativa y el efecto riqueza.
La teoría de la renta permanente establece que la decisión
de consumo actual depende de la previsión que hagan las familias sobre los
ingresos a largo plazo. Los hogares aumentan su consumo actual cuando estiman
que en el futuro dispondrán de mayores rentas y bajan si están convencidos de
que va a reducirse su renta, aunque todavía no les haya afectado.
La teoría del ciclo vital señala que hay varias etapas
a lo largo de la vida de las personas que se corresponden con pautas de consumo
diferentes. Cierta propensión al endeudamiento en la juventud; mayor capacidad
para generar rentas y ahorrar, en la edad adulta, y, por último, un tiempo de
jubilación, en el que se gastan los ahorros anteriores.
Hay economistas que
hacen hincapié en la importancia de la renta relativa, la de los consumidores
en relación con la media de su entorno. Piensan que resulta importante para explicar el
comportamiento del consumo, debido a que se produce un efecto demostración, por
el cual se imita el gasto que realizan los consumidores de rentas más altas, que
actúan como una especie de prescriptores. La elevada implicación de familias
con renta limitada en el boom de las hipotecas del comienzo de la crisis financiera
actual podría ser un ejemplo de tal comportamiento.
Por último, el
denominado efecto riqueza es otro
factor que tiene incidencia en el nivel de consumo. Disponer, por ejemplo, de
un activo financiero, además de los ingresos corrientes, lleva habitualmente a
un mayor consumo cuando esa inversión financiera se revaloriza, aunque no se
traduzca en ingresos para el propietario. En sentido inverso, las pérdidas
generalizadas de valor de los fondos de inversión y de pensiones que se han
producido en los últimos tres años han llevado a gastar menos a sus titulares.
Estos análisis vienen a
indicarnos que si se quiere actuar sobre la demanda de consumo privado, a fin
de situar al conjunto de la economía en la senda del crecimiento, no basta con
acciones coyunturales, sino que se requieren políticas destinadas a modificar
las perspectivas y las rentas en el largo plazo.
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