martes, 8 de marzo de 2022

PRESIONES INFLACIONISTAS

 


Como la economía de mercado funciona en gran parte atendiendo a la demanda y la oferta, la escasez suele reflejarse en un aumento generalizado de precios, dando lugar al fenómeno económico conocido como inflación, cuyo indicador habitual es el Indice de Precios de Consumo (IPC).

Aunque la demanda ha aumentado, son los trastornos de la oferta los que explican en gran parte la inflación actual, debido a las perturbaciones generadas por la invasión de Ucrania en el movimiento de materiales y productos. Ha venido a sumarse a la acumulación de pedidos en las cadenas de suministros causada por la pandemia, con incremento de plazos de entrega y aumento de costes de fletes marítimos.

Tras el efecto deflacionista del período pandémico, el repunte de la inflación se explica también por el incremento de demanda que ha traído la recuperación y los aumentos desorbitados en los precios de la energía, que se han extendido a los alimentos no elaborados.

Cuando la subida de precio de un producto no tiene respuesta, hay una transferencia de renta en favor del que ha realizado el incremento. Pero muchas veces las respuestas alcistas suelen trasladar el aumento al resto de los productos, generando una espiral inflacionista.

Algunas empresas consiguen aumentar los precios porque sus productos tienen difíciles sustitutivos o han fidelizado a su clientela o no tienen competidores. En estos casos pueden variar los precios en función de la inflación (indexación), evitándoles así cualquier perjuicio. Los que no tengan esa capacidad son los que resultan paganos.

El aumento de precios que señala el Instituto Nacional de Estadística (INE) cada mes es el resultado matemático de ponderar las subidas con el peso que tiene cada producto en la cesta de compra de una familia estándar. Pero lo cierto es que cada hogar tiene una estructura de gasto diferente en función de las circunstancias personales, tales como la edad de sus componentes, el número de hijos, lugar de residencia y situación laboral.


Como vemos en el gráfico, a partir del verano de 2021 se dio un continuo incremento del IPC, tanto general como subyacente, Este último no incluye la energía y los productos alimenticios no elaborados.

La inflación general aumentó hasta el 7,4% en febrero (6,1% en enero), según el dato avanzado por el INE. Se trata de su nivel más alto desde hace más de tres décadas.

El mantenimiento de los actuales niveles de inflación puede dar lugar a que los efectos de la “segunda ronda” sean persistentes y severos, haciendo que el impulso alcista acabe siendo mucho más perseverante, manteniéndose incluso tras la moderación de los precios energéticos.

Un aumento generalizado de precios puede también impactar sobre los salarios y sería otro efecto de segunda roda que tendería a prolongar las presiones sobre los precios.

Para hacer frente a la inflación, la opinión dominante es que se planteen políticas monetarias más estrictas, elevando las tasas de interés y reduciendo el volumen de liquidez, incluso si afectan a la recuperación económica de algunos países. Unas medidas así aumentarían el coste de financiación y pondrían en apuros a economías con elevado nivel de endeudamiento público, como la española.





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