El capitalismo verde es para algunos una variante nueva del sistema económico vigente en nuestros días. Se presenta ahora como ecológico y afirma que puede conseguir la neutralidad de emisiones sustituyendo progresivamente las energías fósiles por renovables, bajas en carbono.
En esta nueva fase económica, que augura una reconstrucción sostenible, el adjetivo verde es utilizado tanto por los políticos como los directivos de grandes empresas y va unido a expresiones como neutralidad climática, parques fotovoltaicos y ciudades sostenibles.
Paradójicamente, al mismo tiempo se dedican recursos a la ampliación de algunos aeropuertos, argumentando que serán sostenibles. Pero, según las investigaciones realizadas, el transporte aéreo mundial representa el 3,5% del calentamiento climático y la estrategia debería ser justo la contraria: reducir los vuelos y el número de aeropuertos
Se calcula que Europa utiliza el 20% de las materias primas que se producen en el mundo y no obtiene más del 3% en su propio territorio. El 17% tiene que importarlo. Además, si piensa fabricar placas solares, aerogeneradores, acumuladores de energía y otro productos para avanzar hacia el sueño verde, necesitará más materiales y energía, que también tendrá que buscarlos fuera.
A nivel global, según datos del Banco Mundial (“Minerales for climate action”), para desplegar la transición eólica, solar y geotérmica harán falta 3.000 millones de toneladas de minerales y metales estratégicos, entre los cuales se encuentran cobre, níquel, cobalto, litio y otros muchos.
Otra paradoja es que para manipular estos materiales y minerales necesarios habrá que emplear energías fósiles que deteriorarán los ecosistemas y agravarán el calentamiento y la contaminación. Lograr una misma cantidad de energía requiere invertir muchas más unidades de energía renovable, porque el rendimiento es menor que el de los fósiles y, además, las renovables dependen de las condiciones metereológicas.
Para ser verde no basta con buscar la neutralidad de emisiones en Europa, sino que es preciso que la energías y materiales que se importan no lleven una mochila de emisiones y contaminación. Hay que recordar también que estos minerales y materiales están sometidos a la especulación de las transnacionales, con repercusiones geopolíticas y daños ambientales, así como a secuelas sociales en su extracción.
Cierta perspectiva liberal pretende que con algunos ajustes y modificaciones se puede evitar el desastre climático. Dan a entender que el sistema tal como lo conocemos es viable y la crisis queda reducida a una cuestión de consumo personal, como si un cambio de preferencias de consumo pueda evitarla.
El enfoque de la crisis climática se parece demasiado al pensamiento dominante que culpa del mal de la pobreza extrema a la sociedad en su conjunto, en lugar de apuntar al sistema económico capitalista, que propicia la acumulación de la riqueza en una minoría en lugar de distribuirla de modo equitativo.
El ecoteólogo Leonard Boff termina así su disertación sobre el gran señuelo que supone el capitalismo verde: “Embriagados por su ignorancia y su codicia ilimitadas “greed is good”(la codicia es buena), nos llevarán como inocentes corderos al matadero. No por voluntad del Creador ni por un desvío del proceso cosmogénico, sino por su irresponsabilidad y por la falta de conciencia de los errores cometidos que no quieren corregir. Y así, alegremente y disfrutando todavía de la vida, nos obligarán tal vez a sufrir el destino vivido hace 65 millones de años por los dinosaurios".
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