La invasión rusa de Ucrania, además de ser un drama para el pueblo ucraniano, traerá consecuencias negativas para los ciudadanos rusos y afectará a todos los países europeos. Es muy probable que el aumento de riesgo que se percibe tienda a incrementar los presupuestos de defensa, lo cual perjudicará el bienestar de los ciudadanos porque reducirá las inversiones en educación, sanidad o infraestructuras.
El alza de precios de los productos energéticos, una de las secuelas de la guerra, beneficiará a un segmento limitado de empresas vinculadas a las industrias del petróleo y del gas, pero perjudicará a los países importadores y contribuirá a impulsar la inflación, que ya está a niveles elevados.
Rusia depende de los ingresos procedente de Europa, pero los europeos necesitamos el gas y el petróleo rusos, que no serán fáciles de reemplazar en el corto plazo. El Banco Central ruso dispone de abundantes reservas en moneda extranjera que, si las sanciones impuestas por EE.UU y la Unión Europea no acaban impidiendo, son suficientes para cubrir casi dos años de importaciones.
Es muy posible que en el largo plazo Rusia sea el mayor perdedor económico del conflicto internacional que ha iniciado, porque las consecuencias de la actual invasión pueden ir agravándose. Las sanciones irán haciendo daño y el aislamiento del país debilitará las relaciones comerciales internacionales.
El cierre de varios bancos rusos al sistema de intercambios de información bancaria SWIFT puede aislar a los rusos del sistema financiero internacional. Al mismo tiempo, se impide que el Banco Central ruso pueda defender el derrumbe de su moneda con la venta de sus reservas internacionales, por lo que avanza la caída del valor del rublo respecto del dólar y el euro.
A las guerras suelen atribuirse algunos efectos económicos positivos, como el aumento del gasto agregado y el impulso del progreso tecnológico en busca de nuevas técnicas para el combate, que más tarde llegan a la vida civil, como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial.
Pero las guerras suponen siempre un coste muy elevado que necesita financiación, bien incrementando impuestos o recurriendo a la deuda que habrá que pagar. Además de pérdidas de seres humanos y costes directos, la guerra tiene costes de oportunidad: lo que podía haberse conseguido si los recursos bélicos se hubieran dedicado a actividades productivas.
Efectos inmediatos de la guerra han sido los aumentos de precios tanto del gas como el petroleo. Este último rebasa los 100 dólares el barril y el gas está teniendo subidas importantes ante la percepción adelantada por los mercados internacionales de las consecuencias del conflicto.
El sistema marginal del calculo de precio en el mercado eléctrico, según las normas comunitarias, viene a agudizar artificialmente el impacto de la guerra en las economías europeas. Los mercados de futuros están apuntando, a raíz de la invasión, aumentos adicionales en los precios del gas, lo cual supone un problema para el avituallamiento energético de la Unión Europea.
Las medidas que producen daño económicos en Rusia también afectan a empresas europeas que mantienen relaciones económicas con el país, por lo que se alzan voces reclamando que se establezca un régimen compensatorio para las ellas. Argumentan que la Unión Europea cuenta con un PIB conjunto que equivale 10 veces el ruso, con lo que se cuenta con el suficiente potencial económico como para aguantar el pulso ruso.
En el régimen económico internacional liberal los países participantes deben respetar ciertas reglas de juego porque, de no ser así, se abre el camino hacia el proteccionismo y el repliegue nacional. Ya hay voces que promueven una mayor autonomía estratégica de la Unión Europea y la necesidad de reforzar el papel de una política industrial propia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario