martes, 23 de febrero de 2021

ENERGÍA Y CAMBIO CLIMÁTICO

Según los datos utilizados por la organización Germanwarth para elaborar el Indice de Riesgo Climático, en las últimas dos décadas los eventos meteorológicos extremos han costado a España cada año una media de 696 vidas y 900 millones de euros 

El cambio climático, que incluye el calentamiento global y sus efectos, como los glaciares que se derriten, las tormentas de lluvia severas o las sequías más frecuentes, es causado por la actividad desarrollada por los seres humanos. 

El calentamiento es la consecuencia del aumento de los gases de efecto invernadero, como el metano que generan las actividades agrícolas y el dióxido de carbono (CO2) que surge en la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural). 

Siguiendo la Identidad de Kaya, las emisiones de CO2, responsables de alrededor del 80% de los gases de efecto invernadero, pueden descomponerse del modo siguiente: 


Las emisiones dependen de cuatro variables: la población (P), el PIB por habitante (PIB/P), la eficiencia o energía utilizada por unidad de PIB (E/PIB) y las emisiones en proporción al consumo de energía (CO2)/E o intensidad de carbonización del mix energético (fuentes fósiles y renovables) 

Desde el punto de vista analítico, esta expresión señala que las emisiones de CO2 son directamente proporcionales a cada uno de los factores, lo cual permite que puedan analizarse separadamente 

Así, se ha podido comprobar que la población es una variable importante que influye en las emisiones de carbono. Con mayor número de personas son necesarios más recursos, que de una u otra manera están vinculados con el consumo de energía y, por tanto, con las emisiones de CO2 

El segundo componente, el PIB por habitante, tiene también un efecto directo sobre las emisiones de carbono. A mayor nivel de renta, las personas dispondrán de más recursos para comprar bienes y servicios, tales como electrodomésticos, vehículo, viajes…, que van a requerir energía y, en consecuencia, producirán emisiones. 

El tercer componente es la eficiencia energética o relación entre el consumo de energía y el PIB. La eficiencia depende de varios factores, entre los que destacan la estructura de los bienes y servicios obtenidos, la intensidad en su provisión y los modelos de transporte. La eficiencia varía mucho entre los países, incluso con similar nivel de PIB por habitante, debido al cambiante mix energético. 

El último componente, la intensidad de carbono o “suciedad” varía en función de los tipos de energía utilizados. Es alta en los fósiles, en tanto que en las energías renovables (hidroeléctrica, eólica y solar) el índice de carbonización es prácticamente nulo y en la energía de biomasa la carbonización es relativamente baja. 

La eficiencia energética depende de las tecnologías que ahorren energía y de las innovaciones que aumenten la productividad en la producción de los bienes y servicios. Cualquier aumento del precio de la energía, ya sea por la alteración de las condiciones del mercado o por un mayor gravamen de impuestos, hace que los sectores productivos cambien su comportamiento y elijan tecnologías que mejoren la eficiencia, aunque usen energía de origen fósil. 

En la la mejora en la eficiencia influye la capacidad para reemplazar la maquinaria y los equipamientos intensivos en energía por otros ahorradores. La velocidad a la que las empresas pueden adaptarse a situaciones de precios más elevados en la energía es la elasticidad de corto plazo de la demanda de energía respecto del precio, bastante menor que la de largo plazo. 

A partir de la Gran Recesión ha ido descendiendo el índice de carbonización, en gran parte por el aumento de la electricidad de origen renovable, que en 2018 representaba en España el 38% en el mix eléctrico, con la siguiente composición: eólica (19%), hidráulica (13%) y solar (6%). 

Los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) han ido reduciendo la tasa de crecimiento de las emisiones de CO2, pero la distancia de España respecto a la media del conjunto no termina de desaparecer. La diferencia ha pasado de 1 punto porcentual al 0,6% y los expertos la centran en las mejoras inferiores de la eficiencia energética en comparación con otros países. 






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