martes, 2 de febrero de 2021

EL AHORRO DEL MIEDO

 

Una hipótesis básica sobre el comportamiento del ahorro familiar es la denominada del “Ciclo Vital”, según la cual las personas intentan mantener un flujo constante de consumo a lo largo de la vida, ahorrando durante su vida activa y desahorrando durante la vejez. 

Otra hipótesis muy conocida es la que se apoya en la “Renta Permanente”, distinguiendo entre la parte de renta que es mantenible en el tiempo y la que es transitoria. Cuando las familias consideran que determinado incremento de ingresos es transitorio, será ahorrado casi en su totalidad. 

Según estos modelos, el nivel de Producto Interior Bruto (PIB) por habitante y la evolución demográfica tienen gran influencia en la fijación de la tasa de ahorro y su evolución a largo plazo. También inciden en el nivel de ahorro factores estructurales tales como el nivel de riqueza, el envejecimiento de la población, el sistema fiscal y la distribución de la renta. 

Otro conjunto de variables actúa a corto plazo provocando fluctuaciones cíclicas en la tasa de ahorro por encima o por debajo de la tendencia a largo plazo 


Como observamos en el gráfico, al comienzo de la crisis financiera, en el primer trimestre de 2009, el ahorro familiar en España se situaba en torno al 10% de la renta disponible bruta trimestral. Descendió al 4,3% en el primer trimestre de 2014 y alcanzó el nivel más alto (24,4%) en el segundo trimestre de 2020, en la fase de confinamiento domiciliario para controlar la pandemia. 

Evidentemente, el último incremento de ahorro es en cierta medida forzoso, debido a las restricciones que imponía el confinamiento, como podemos comprobarlo al constatar que cayó a un nivel más normal en el tercer trimestre (15%). 

Este comportamiento explica, junto con la caída del tipo de interés, que las familias hayan acumulado un volumen elevado de efectivo y depósitos bancarios, una liquidez que vendrá bien para la financiación de la recuperación económica, junto con los fondos europeos y el apoyo financiero del Banco Central Europeo (BCE). 

En la situación financiera de las familias destacan las que disponen de ingresos superiores a la media, con trabajo estable, que ante la incertidumbre generalizada consumen menos, incrementando mucho la tasa de ahorro. Muy distinta es la posición de las familias con bajos niveles de ingresos o en situación de precariedad laboral y riesgo de paro de larga duración, en las que resulta impensable generar ahorro. 

El carácter poco previsible de la evolución sanitaria y las vicisitudes en la distribución de las vacunas aumentan la incertidumbre y el ahorro derivado del temor al desempleo, pero este incremento supone el recorte en el consumo, y el PIB de la economía española depende de la demanda interna en cerca del 60%. Hace falta que se mantenga el incremento de consumo iniciado en el pasado trimestre para consolidar la recuperación económica. 




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