Los planes vacacionales y de viajes de muchas familias españolas se han visto alterados este año. Ha prevalecido la prudencia ante el riesgo de contagio por el virus y la complicada situación económica. El barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ya señalaba que dos tercios de los españoles habían renunciado a irse fuera de casa, como consecuencia del miedo por la incertidumbre.
En el siguiente gráfico de las Cuentas Trimestrales no financieras del Instituto Nacional de Estadística (INE) vemos que el ahorro de las familias, que había comenzado a incrementar a finales del pasado año, crece de modo significativo con la pandemia
En el primer trimestre de 2020 el ahorro familiar sobre la renta disponible, corregido de efectos estacionales y de calendario, subió al 10,2% y se duplicó en el trimestre segundo, hasta alcanzar el 22,5%, cuando en igual período de 2019 se había situado en el 7,4%. A su vez, la inversión de los hogares en activos reales (viviendas y otras propiedades), que fue del 5,6% en el segundo trimestre, desciende hasta el 4,2% de su renta disponible en 2020.
Sin recurrir a correcciones estacionales, la tasa de ahorro observada del segundo trimestre de 2020 llegó al 31,1% de la renta disponible, frente al 17,4% del mismo trimestre de 2019.
En el segundo trimestre de 2020 la renta disponible bruta de las familias disminuyó un 8,8% . La evolución de los ahorros se deriva de la caída en el gasto en consumo final del 23,9% respecto al mismo trimestre del año pasado.
Ya sabemos que ahorrar es bueno para una familia. Significa que tiene ingresos más que suficientes para atender sus necesidades de consumo. Pero si las familias incrementan el ahorro, la economía del país puede ralentizarse por la disminución del consumo, que reduce las ventas de las empresas.
El ahorro permite defender a las familias de contingencias inesperadas, acceder a la compra de vivienda, devolver créditos y garantizar cierto nivel de consumo a lo largo de la vida. Además del nivel de renta, en el volumen de ahorro influye la incertidumbre sobre la evolución económica futura. A mayor incertidumbre, más alta propensión al ahorro.
El ahorro es una variable que enlaza el pasado, el presente y el futuro. El nivel de capital acumulado que se dispone en la actualidad es consecuencia del ahorro del pasado y determina la capacidad productiva. Las decisiones de ahorro que vayamos tomando marcarán el proceso de formación de capital y los niveles de producción en el futuro.
Pero no se debe caer en la “falacia de la composición”: confundir la parte con el todo. Lo que es bueno para la familia no tiene por qué serlo para el conjunto del país.
La decisión de ahorro es también relevante a nivel macroeconómico. La contabilidad nacional señala que la inversión total de un país es igual a la suma del ahorro de las familias, el ahorro de las empresas, el ahorro público y la entrada neta de capitales del extranjero. Por tanto, los tres tipos de ahorros internos o nacionales del país, junto con los fondos procedentes de otros países, permiten financiar la inversión productiva, que promueve la productividad y el crecimiento económico del país.
Por tanto, el incremento de ahorro familiar vendría bien si las empresas lo invirtieran en la producción de bienes y servicios, pero no es fácil que se impulsen nuevos proyectos empresariales cuando desciende la demanda de consumo. Es más probable que este aumento del ahorro se oriente hacia inversiones de tipo financiero.
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