Una burbuja financiera consiste en una elevación infundada del precio de un activo ( vivienda, acción, bono...) durante un período largo de tiempo, que rompe el vínculo entre su valor y sus fundamentos económicos, como consecuencia de especular con el precio que puede alcanzar en el futuro.
Resulta difícil fijar el momento en que el precio de un activo se convierte en burbuja, puesto que está basado únicamente en expectativas. Mientras la demanda de un activo sea mayor que la oferta, su precio seguirá creciendo.
En tanto que el comprador confíe en que pueda vender un bien a un precio superior, obteniendo beneficio, el precio seguirá en alza. Cuando los poseedores del bien piensen que no subirá más tratarán de venderlo rápidamente, creando una oferta masiva que hundirá el precio en poco tiempo, incluso hasta caer a niveles inferiores a su valor real.
En el siguiente gráfico tenemos las variaciones en el precio de la vivienda en España durante el período 2007-2017
En junio de 2007 alcanzó la vivienda el precio máximo y en los siguientes años fue descendiendo, con algunos altibajos, hasta caer al valor mínimo en 2012, con una reducción en torno al 40%, y comenzó la fase de recuperación. El consejero delegado de una Sociedad de Tasación estima que los ciclos inmobiliarios en España son de dieciséis años, ocho alcistas y ocho de caídas de precio y de actividad.
A nivel global, desde la Gran Depresión de 1929, que se generó tras el auge especulativo de los años 20, dos burbujas sobre todo han acarreado crisis económicas internacionales: las empresas “punto.com” y las hipotecas tóxicas.
La burbuja de las empresas “punto.com”, con el valor de las firmas tecnológicas a niveles muy elevados, se produjo a finales de los años 90, con el auge de Internet. El súbito enriquecimiento de algunos emprendedores tuvo un efecto llamada para los inversionistas, que apostaron por la compra de más títulos de empresas tecnológicas en la confianza de que seguirían incrementándose sus precios.
Con el índice bursátil Nasdaq subiendo a elevado ritmo, el Presidente de la Reserva Federal norteamericana advirtió sobre la “exuberancia irracional” de los precios, pero los inversores continuaron apostando por las compañías, hasta que se hizo evidente que muchas empresas no eran rentables, y la burbuja acabó desinflándose, provocando una recesión en Estados Unidos, que tuvo efectos globales.
La crisis de comienzos de 2008 tuvo su origen en las hipotecas tóxicas (subprime), unos préstamos concedidos por los bancos, con altos intereses, a personas con dudosa capacidad para afrontar la devolución del dinero. Para movilizar sus activos, las entidades financieras reunieron varios préstamos hipotecarios en paquetes, mezclando tóxicos con otros de buena calidad, que vendieron en los mercados financieros como productos de garantía, con buenas calificaciones crediticias de firmas internacionales de rating.
La burbuja que se creó con estas operaciones fue desinflándose cuando se hizo evidente que una parte importante de los deudores no eran capaces de atender sus obligaciones de pago. El sistema bancario se desestabilizó, los índices de las Bolsas fueron descendiendo y aumentó el desempleo, que agravó la situación de las familias en dificultades económicas. Aunque el origen de esta crisis estuvo también en Estados Unidos, sus efectos se expandieron por otros muchos países, sobre todo europeos.
Algunos analistas apuntan que estamos ahora experimentando una burbuja, no en el precio de las acciones, sino en la renta fija. Unos tipos de interés reales (descontada la inflación) tan bajos como los actuales son insostenibles a largo plazo.
Con el ya anunciado final de la expansión monetaria, el aumento de la tasa de interés puede hacer que los valores de los título comiencen a descender, hasta hundir los precios de los bonos, dado que entre el valor de un título y su tipo de interés hay una relación inversa.
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