La desigualdad es un fenómeno complejo que tiene manifestaciones personales, territoriales, de renta y de riqueza. Influyen unas en otras y se definen de diversas formas, alcanzando magnitudes e interpretaciones que dependen de los componentes que se tengan en cuenta o de la perspectiva que se utilice.
Apoyado en un robusto soporte estadístico, el economista francés Thomas Piketty ha publicado “El capital en el siglo XXI”, un libro que ha alcanzado amplia difusión, un raro fenómeno en la literatura económica, denunciando la creciente desigualdad en la distribución de la renta y de la riqueza. El libro ha provocado un amplio debate y ha contribuido a la aparición de nuevas publicaciones de especialistas en la materia.
La desigualdad de rentas es reconocida hoy día como un problema económico global. Según el estudio del Pew Research Center, un “think tank” con sede en Washington D.C.,el 60% de la población mundial lo considera como un problema importante. El coeficiente de GINI apunta a un incremento en la desigualdad en el período 1990-2012 en los países desarrollados.
Una medida de la desigualdad es la participación del 10% más rico sobre la renta total, que ha aumentado en casi todos los países de la OCDE, situándose hoy su media en el entorno del 40% de los ingresos totales. Y el 1% más rico se apodera, como promedio, del 10% de la renta. En Estados Unidos y la India llega hasta el 20%.
En este contexto, la publicación del libro de Piketty ha tenido la virtud de impulsar el debate sobre la aparente tendencia del capitalismo a generar una creciente desigualdad. El estudio viene apoyado en un voluminoso conjunto de datos históricos sobre rentas y riquezas, que se extiende desde el siglo XVIII hasta hoy, de países como Francia, Reino Unido, Estados Unidos y Japón.
Piketty utiliza dos medidas de desigualdad: las indicadas participaciones del decil (10%) y del percentil (1%) superiores tanto en la renta como en la riqueza total. La desigualdad de rentas y de riqueza era muy elevada al comenzar el siglo XX. El 10% más rico capturaba más del 45% de la renta total y entre el 80-90% de la riqueza.
Por tanto, se trataba de un “capitalismo patrimonial” o “sociedad de herederos”, un sistema donde unas pocas familias concentraban la riqueza; la clase media era relativamente pequeña, y las oportunidades de ascenso social muy limitadas.
Como se aprecia en el gráfico, durante buena parte del siglo XX se produjo un descenso sostenido en la desigualdad, especialmente en el período 1910-1970, debido a la creación del impuesto sobre la renta, el fortalecimiento de los Sindicatos, la aparición del Estado de Bienestar en Europa, la Gran Depresión de los años treinta y la Segunda Guerra Mundial
En cuanto a la riqueza acumulada, la “destrucción patrimonial” de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial causaron un desplome de la participación del 10% más rico entre 20 y 30 puntos porcentuales, cayendo al mínimo del 60% en el año 1970.
La institucionalización del Estado de Bienestar creó mecanismos redistributivos que permitieron la aparición de una importante clase media en estas sociedades, y la posibilidad para las clases bajas de mejorar su nivel de vida a través de su esfuerzo. Así, el capitalismo adquirió un carácter “meritocrático” que no tenía en el siglo XIX.
Sin embargo, parece que los datos más recientes revelan que durante los últimos 50 años este proceso se ha revertido. Se observa un crecimiento sostenido de la desigualdad, cuyo nivel se acerca cada vez más al de principios del siglo pasado, lo cual podría tener consecuencias desestabilizadoras. En 1970, el ingreso medio de los cien ejecutivos norteamericanos mejor pagados era 45 veces mayor que el salario medio de los trabajadores del país; en 2006 había ascendido a 1.723 veces mayor .
Hasta organismos internacionales conservadores como la OCDE y el FMI comienzan a dar señales de alarma por el peligro que empieza a suponer la desigualdad de nuestro tiempo, pero sin llegar a reconocer que las propias organizaciones han influido con las políticas mantenidas en los últimos años. Como afirma el profesor Juan Torres, “parece obvio que el primer paso para reducir la desigualdad es garantizar que las decisiones económicas estén también sometidas a las reglas de la democracia”.
La desigualdad de rentas es reconocida hoy día como un problema económico global. Según el estudio del Pew Research Center, un “think tank” con sede en Washington D.C.,el 60% de la población mundial lo considera como un problema importante. El coeficiente de GINI apunta a un incremento en la desigualdad en el período 1990-2012 en los países desarrollados.
Una medida de la desigualdad es la participación del 10% más rico sobre la renta total, que ha aumentado en casi todos los países de la OCDE, situándose hoy su media en el entorno del 40% de los ingresos totales. Y el 1% más rico se apodera, como promedio, del 10% de la renta. En Estados Unidos y la India llega hasta el 20%.
En este contexto, la publicación del libro de Piketty ha tenido la virtud de impulsar el debate sobre la aparente tendencia del capitalismo a generar una creciente desigualdad. El estudio viene apoyado en un voluminoso conjunto de datos históricos sobre rentas y riquezas, que se extiende desde el siglo XVIII hasta hoy, de países como Francia, Reino Unido, Estados Unidos y Japón.
Piketty utiliza dos medidas de desigualdad: las indicadas participaciones del decil (10%) y del percentil (1%) superiores tanto en la renta como en la riqueza total. La desigualdad de rentas y de riqueza era muy elevada al comenzar el siglo XX. El 10% más rico capturaba más del 45% de la renta total y entre el 80-90% de la riqueza.
Por tanto, se trataba de un “capitalismo patrimonial” o “sociedad de herederos”, un sistema donde unas pocas familias concentraban la riqueza; la clase media era relativamente pequeña, y las oportunidades de ascenso social muy limitadas.
Como se aprecia en el gráfico, durante buena parte del siglo XX se produjo un descenso sostenido en la desigualdad, especialmente en el período 1910-1970, debido a la creación del impuesto sobre la renta, el fortalecimiento de los Sindicatos, la aparición del Estado de Bienestar en Europa, la Gran Depresión de los años treinta y la Segunda Guerra Mundial
En cuanto a la riqueza acumulada, la “destrucción patrimonial” de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial causaron un desplome de la participación del 10% más rico entre 20 y 30 puntos porcentuales, cayendo al mínimo del 60% en el año 1970.
La institucionalización del Estado de Bienestar creó mecanismos redistributivos que permitieron la aparición de una importante clase media en estas sociedades, y la posibilidad para las clases bajas de mejorar su nivel de vida a través de su esfuerzo. Así, el capitalismo adquirió un carácter “meritocrático” que no tenía en el siglo XIX.
Sin embargo, parece que los datos más recientes revelan que durante los últimos 50 años este proceso se ha revertido. Se observa un crecimiento sostenido de la desigualdad, cuyo nivel se acerca cada vez más al de principios del siglo pasado, lo cual podría tener consecuencias desestabilizadoras. En 1970, el ingreso medio de los cien ejecutivos norteamericanos mejor pagados era 45 veces mayor que el salario medio de los trabajadores del país; en 2006 había ascendido a 1.723 veces mayor .
Hasta organismos internacionales conservadores como la OCDE y el FMI comienzan a dar señales de alarma por el peligro que empieza a suponer la desigualdad de nuestro tiempo, pero sin llegar a reconocer que las propias organizaciones han influido con las políticas mantenidas en los últimos años. Como afirma el profesor Juan Torres, “parece obvio que el primer paso para reducir la desigualdad es garantizar que las decisiones económicas estén también sometidas a las reglas de la democracia”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario