martes, 15 de mayo de 2018

LA ESFERA FINANCIERA

A partir de la década de 1970, en el sistema económico se observa un gran desplazamiento hacia la “financiarización”. Mientras que las actividades productivas avanzan con dificultades en los países desarrollados, las financieras van inflándose.

Importantes empresas industriales, tales como automovilísticas o del petróleo, han tendido a independizarse de los bancos, al contar con recursos para financiar sus propias inversiones.

Al mismo tiempo, algunos bancos orientan su negocio más hacia las transacciones en los mercados financieros y préstamos a los hogares, que a prestar dinero y servicios financieros a actividades productivas.

Puede constatarse que también las familias están viéndose afectadas. Tienen mayor relación con las entidades financieras por el incremento de actividades que les conciernen: préstamos, ahorros, pensiones y seguros.

La esfera financiera se desenvuelve muchas veces casi desconectada de la producción, en tanto que el flujo económico esta referido, en última instancia, a una economía real, que es la única capaz de generar valor para poder materializar los activos financieros. Los derechos sobre ese valor se expresan en forma de títulos que se compran y se venden. Surgen así nuevos beneficios que sólo son aparentes, porque tales anotaciones contables carecen de respaldo real, dando lugar al denominado por algunos “capital ficticio”.

El capital real o capital productivo coincide con los activos fijos que maneja la empresa y su valor depende del coste de reposición de esos bienes físicos. Varía con el volumen de los mismos y con la alteración de su valor unitario.

En un primer momento, las acciones que emite la empresa tienen un valor equivalente al capital real, pero se contagian de capital ficticio al ser influidos por las ganancias empresariales esperadas en el entorno mercantil. El carácter ficticio se evidencia en los altibajos bursátiles, cuando las acciones y las obligaciones cambian de valor notablemente sin que se altere la riqueza efectiva.

Se constata que el capital financiero va incrementándose con mayor velocidad que el capital real, debido al desarrollo alcanzado por las grandes sociedades anónimas, a los altos ingresos de los oligopolios y al aumento de la deuda pública, con lo que prosigue la concentración de la riqueza en la oligarquía financiera.



Un buen indicador de la importancia del capital financiero, cada vez más transnacional, lo tenemos en el gráfico, donde se recoge la evolución de este tipo de capital, gestionado por las grandes empresas, con filiales en países diferentes al originario (casa matriz).

El capital transnacional aumentó en los primeros doce años de este siglo en un 105%, en dólares constantes, en tanto que el PIB mundial se quedó en un incremento del 40%, es decir, que el capital financiero aumentó 2,6 veces el incremento del producto real mundial.

Las empresas transnacionales se van desligando cada vez más de vínculos territoriales y se mueven al ritmo de las expectativas de beneficio en cualquier parte del mundo, ejerciendo notable influencia en el escenario político y económico mundial, en connivencia con los paraísos fiscales.

Como dejó escrito el economista norteamericano Paul M. Sweezy, “La esfera financiera tiene la capacidad potencial de convertirse en un subsistema autónomo integral y posee una enorme capacidad de autoexpansión”.

Surgen constantemente activos financieros, que no constituyen riqueza, y se utilizan para redistribuir el valor entre las clases sociales y los individuos que las forman. La financiarización de la actividad económica provoca una redistribución de las rentas que perjudica al trabajo y beneficia al capital, en particular a la esfera financiera.











































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