martes, 28 de marzo de 2017

LA UNIÓN MONETARIA

Con motivo de cumplirse este mes el 60 aniversario de la firma del Tratado de Roma, en cuyo acto se fundó la actualmente denominada Unión Europea, la Comisión ha presentado el Libro Blanco sobre el futuro de Europa, con reflexiones y escenarios para la UE27 en el año 2025.

Aunque Europa es el mayor mercado único del mundo y cuenta con la segunda moneda más utilizada, su poder económico va descendiendo en términos relativos. La UE27 representaba en el 2004 un 26% del PIB mundial, ahora supone el 22% y caerá para el año 2030 por debajo del 20%, debido al rápido crecimiento de las economías emergentes. La proporción de Europa sobre la población mundial ha descendido desde el 11% en 1960 al 6% en la actualidad.

En cuanto al euro, como puede apreciarse en el gráfico, se ha convertido en la segunda moneda más utilizada del mundo, pero su participación en la cesta de monedas de referencia del Fondo Monetario Internacional, los llamados Derechos Especiales de Giro (activos de reserva internacional)
, ha descendido del 33% al 30% en los dos últimos años. Otro tanto les ha ocurrido al dólar y a la libra esterlina, debido a la introducción del yuan chino en la cesta de referencia monetaria. 



La incidencia del euro preocupa a los países que han adoptado la moneda única. Se reconoce que la reciente crisis ha demostrado que el proceso de unión monetaria no estaba sólidamente asentado y ha requerido de iniciativas como la Unión Bancaria, a la que pertenecen instrumentos como la regulación y supervisión, resolución de crisis y garantía de depósitos, que se confía refuercen la Unión Monetaria.

Casi desde la entrada en vigor del euro, y sobre todo con la caída en la Gran Recesión, pudieron apreciarse problemas de competitividad, con desequilibrios en países periféricos europeos como Grecia, Portugal y España, a causa de diferencias en productividad y costes entre los países, que dificultan la competencia  dentro de la Eurozona.

Economistas del grupo francés Natixis han analizado tres opciones: la devaluación interna, la devaluación fiscal y la salida del euro. La primera, ya aplicada en España en los años 2011 y 2012, supone la reducción de los costes laborales y los dividendos empresariales. Tuvo un coste muy elevado en pérdida de empleo y caída de la actividad económica, por lo que difícilmente va a ser aceptado por los ciudadanos un planteamiento semejante.

La segunda opción viene escuchándose a los políticos, pero no acaba de concretarse, porque la devaluación fiscal supone reducir las cotizaciones sociales para bajar los costes laborales a cambio de aumentar el IVA de los productos y servicios. Es un planteamiento regresivo, que afecta en mayor medida a las rentas bajas, por lo que será rechazado por la opinión pública.

La opción más drástica sería abandonar el euro. No resulta nada fácil (algunos la consideran imposible), debido a la elevada deuda externa de los países. Llevaría a una devaluación que incrementaría su valor real en términos de la nueva moneda que sustituiría al euro en cada país saliente, con alto riesgo de “default” (suspensión de pagos)



En definitiva, un panorama lleno de sombras, que estará presente en los debates sobre los cinco escenarios que plantea el documento elaborado para el proceso de reflexión que se abre con la cumbre de la UE27: seguir igual, sólo el mercado único, mayor colaboración en ámbitos específicos para los que lo deseen, hacer menos de forma más eficiente y hacer más conjuntamente. Veremos qué combinación de las cinco alternativas sale de las negociaciones como proyecto de la UE27 en 2025.



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