martes, 21 de marzo de 2017

LA ESTABILIDAD DE PRECIOS

Sin apenas transición, la economía española ha pasado del temor a caer en la deflación, con valores negativos en el índice de precios, a engancharse al tren de la inflación, que está avanzando a una tasa interanual del 3%, cuando la media en los países de la Eurozona no supera el 2%.

Tanto la deflación como la inflación son fenómenos que indican una inestabilidad en los precios, por lo que es preciso distinguir los valores económicos reales en un momento dado, medidos a precios constantes, y las alteraciones de las variables monetarias, computadas a precios corrientes, con los cambios de precios incluidos. Por ejemplo, si el PIB subió en un país en 2016 el 4% a precios corrientes y la inflación fue del 1%, la subida real del año, a precios constantes, fue del 3%

El tipo de inestabilidad de precios más frecuente entre nosotros ha sido la inflación. Las subidas de precios suelen acelerar las compras que, a su vez, provocan nuevas subidas, dando lugar a una espiral inflacionista. Como los precios se convierten en señales para los intercambios del mercado, en los casos de inestabilidades muy acusadas, como las hiperinflaciones, pueden llevar a tomar decisiones económicas equivocadas.

En el siguiente gráfico tenemos la evolución anual de los Indices de Precios de Consumo Armonizado (IPCA) desde enero de 2016 en España y en la Eurozona (Unión Monetaria de 19 Estados europeos)

Observamos las importantes variaciones del indice en España, en términos interanuales, desde -1% en febrero de 2016 al +3% en el mismo mes de este año, influido este último sobre todo por los gastos de transporte, con subida del 8,5%, a causa del cambiante precio del petróleo en los últimos  12 meses.

El Indice de Inflación Subyacente (sin incluir alimentos no elaborados ni productos energéticos) continúa casi estable en torno al 1%. Aunque este indice no sea el objetivo del Banco Central Europeo, suele indicar la tendencia de fondo del indice de precios general y es una variable que influye en las decisiones monetarias.

Con el incremento del precio de los productos energéticos y el aumento del precio de la electricidad, pierden fuerza los vientos de cola que han impulsado el crecimiento y suavizado los rigores de la crisis. Parece que volvemos a los primeros año del euro, época inflacionista, en la que el IPC español fue claramente superior al de la Eurozona, lo cual supuso una pérdida de competitividad.

En estos momentos, uno de los factores claves para la diferencia de inflación con otros países europeos es la mayor incidencia del precio del petróleo, al contener en España menos impuestos que en otros países y, por tanto, ser más sensible a las variaciones del crudo.


Aunque en las últimas décadas se ha supuesto que los bancos centrales tenían capacidad para controlar los precios a través del volumen monetario y el tipo de interés, las enormes inyecciones de dinero que realizaron durante la Gran Recesión no habían conseguido mover la inflación negativa al entorno del 2%, objetivo del Banco Central Europeo.

La inflación aparece ahora con fuerza por la reducción de la oferta de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), que ha provocado la subida del precio del crudo, y el aumento del precio de la electricidad (inflación de costes), unos sucesos que poco tienen que ver con los estímulos monetarios de los bancos centrales, lo cual demuestra que el incremento de la base monetaria (monedas y billetes en circulación más las reservas bancarias) no implica necesariamente el aumento de la oferta monetaria o cantidad de dinero que hay en circulación, que incluye, además de la base monetaria, el dinero creado con los depósitos por los bancos comerciales.

Como afirman muchos economistas, los bancos pueden resistirse a conceder préstamos por diversos motivos y mantener el dinero en reservas en el banco central, que es lo que hicieron en buena medida en los últimos años, y las familias y las empresas situarlo más bien en activos líquidos, en lugar de consumir e invertir, seguramente por precaución y las expectativas poco favorables.







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