La “Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura” (FAO), en el informe de 2017, en uno de sus múltiples enfoques, hace énfasis en que, para hacer frente a la creciente demanda de alimentos, se requiere la mejora de la productividad agrícola de forma sostenible, con avances sustanciales en la conservación y el uso de los recursos disponibles.
La población mundial, actualmente de 7.200 millones de personas, alcanzará previsiblemente la cifra de 9.000 millones en el entorno del año 2050.
El gráfico muestra la evolución previsible, según Naciones Unidas, de la población mundial, en miles de millones de personas. Se puede observar que, frente a la práctica estabilidad de los países desarrollados (espacio azul), la población de los países en desarrollo (espacio rojo) habrá aumentado en más de un 25% en el año 2050.
Dada la continua expansión, las tierras agrícolas y los recursos hídricos se están agotando, por lo que el incremento de la producción tiene que lograrse mediante la conservación y el uso eficiente de los recursos naturales, cuidando además de que se reduzca la huella ambiental y climática de la agricultura para garantizar el bienestar de las generaciones actuales y futuras.
El medio rural concentra la mayor parte de los 700 millones de personas pobres y hambrientas del mundo, que apenas logran mantenerse de la agricultura, la pesca o la silvicultura. La mejora de su situación precisa de apoyo financiero para una educación de calidad, la diversificación hacia actividades no agrícolas, el impulso a la creación de empleo y acceso a la protección social.
El informe reconoce que el cambio climático y la competencia por los recursos naturales seguirán contribuyendo a la degradación del medio ambiente, con consecuencias negativas para los medios de vida y la seguridad alimentaria de las personas
No cabe duda de que los problemas de hambre, inseguridad alimentaria y subnutrición persistirán, junto con el aumento del sobrepeso, la obesidad y las enfermedades crónicas asociadas a la dieta.
Pero en la mayoría de países de bajos ingresos se está produciendo cierta transformación, que tendrá consecuencias para los sistemas de producción agrícola, el empleo, la nutrición y las migraciones.
Es evidente que se precisa invertir más en la agricultura y en los sistemas agroalimentarios, así como en la investigación y el desarrollo, para potenciar la productividad agrícola e impulsar la innovación sostenible, la prosperidad rural y la seguridad alimentaria. Los sistemas alimentarios, que se van concentrando en menos manos, cada vez tienen una participación más elevada de capital y una mayor integración vertical. La FAO recuerda que en la senda del desarrollo sostenible todos son interdependientes.
Mantener la situación actual ya no es una opción y, por tanto, todas las sociedades deberán introducir cambios fundamentales en su forma de producción y consumo. Hacen falta nuevos enfoques en los sistemas agrícolas y en la gestión de los recursos naturales para superar los desafíos que existen y garantizar un futuro seguro y saludable para todos.
La población mundial, actualmente de 7.200 millones de personas, alcanzará previsiblemente la cifra de 9.000 millones en el entorno del año 2050.
El gráfico muestra la evolución previsible, según Naciones Unidas, de la población mundial, en miles de millones de personas. Se puede observar que, frente a la práctica estabilidad de los países desarrollados (espacio azul), la población de los países en desarrollo (espacio rojo) habrá aumentado en más de un 25% en el año 2050.
Dada la continua expansión, las tierras agrícolas y los recursos hídricos se están agotando, por lo que el incremento de la producción tiene que lograrse mediante la conservación y el uso eficiente de los recursos naturales, cuidando además de que se reduzca la huella ambiental y climática de la agricultura para garantizar el bienestar de las generaciones actuales y futuras.
El medio rural concentra la mayor parte de los 700 millones de personas pobres y hambrientas del mundo, que apenas logran mantenerse de la agricultura, la pesca o la silvicultura. La mejora de su situación precisa de apoyo financiero para una educación de calidad, la diversificación hacia actividades no agrícolas, el impulso a la creación de empleo y acceso a la protección social.
El informe reconoce que el cambio climático y la competencia por los recursos naturales seguirán contribuyendo a la degradación del medio ambiente, con consecuencias negativas para los medios de vida y la seguridad alimentaria de las personas
No cabe duda de que los problemas de hambre, inseguridad alimentaria y subnutrición persistirán, junto con el aumento del sobrepeso, la obesidad y las enfermedades crónicas asociadas a la dieta.
Pero en la mayoría de países de bajos ingresos se está produciendo cierta transformación, que tendrá consecuencias para los sistemas de producción agrícola, el empleo, la nutrición y las migraciones.
Es evidente que se precisa invertir más en la agricultura y en los sistemas agroalimentarios, así como en la investigación y el desarrollo, para potenciar la productividad agrícola e impulsar la innovación sostenible, la prosperidad rural y la seguridad alimentaria. Los sistemas alimentarios, que se van concentrando en menos manos, cada vez tienen una participación más elevada de capital y una mayor integración vertical. La FAO recuerda que en la senda del desarrollo sostenible todos son interdependientes.
Mantener la situación actual ya no es una opción y, por tanto, todas las sociedades deberán introducir cambios fundamentales en su forma de producción y consumo. Hacen falta nuevos enfoques en los sistemas agrícolas y en la gestión de los recursos naturales para superar los desafíos que existen y garantizar un futuro seguro y saludable para todos.
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