La sociedad está constituida por un conjunto de instituciones
con el objetivo de organizar la convivencia entre los ciudadanos. Destacan
entre ellas el Estado y el mercado. El
Estado es una organización política, económica y social que tiene el poder de establecer
regulaciones y al que se le reconoce el monopolio de la fuerza. El mercado se
caracteriza por abarcar las transacciones económicas entre ciudadanos e
instituciones.
Uno de los argumentos
habituales para justificar la intervención del Estado en la economía, asumiendo
una actividad asignada en principio al
mercado, es que éste tiene lagunas y fallos en su funcionamiento, entre los
cuales se encuentra la incapacidad para la provisión de algunos bienes o
servicios, a los que se denomina bienes
públicos (por ejemplo, un parque) y se caracterizan básicamente en que las
personas que no los pagan directamente pueden también utilizarlos, al tratarse
de un bien que no excluye a nadie. En cambio, los bienes privados solo pueden utilizarlos quienes paguen su precio en
el mercado, excluyendo al resto de interesados. Además, los bienes privados son
del tipo “rivales”, porque mientras uno los utiliza, nadie más puede
disfrutarlos (la ropa, por ejemplo)
En el siguiente cuadro se recogen las cuatro clases de
bienes, con ejemplos de cada uno
Los bienes públicos se producen para todos, porque una vez
realizados no se puede excluir a nadie de su consumo o utilización. Por tanto,
producen efectos sobre terceros que no han participado directamente en su
producción (externalidades positivas)
El mercado es incapaz de suministrar un bien público (fallo
de mercado), al no poder contar con ingresos que compensen los costes
incurridos. Es el Estado quien, mediante impuestos, cobra el servicio a los
beneficiarios de las externalidades.
Los bienes públicos (puros) cumplen las propiedades de no ser excluibles vía precios y su utilización es
del tipo “no rival”, Es el caso del espectáculo de una sesión de fuegos
artificiales. El hecho de que los disfrute una familia no impide que otras
puedan hacerlo (consumo no rival), y no existe un precio que excluya al que no
pueda pagarlo.
Cuando un bien excluye, al tener que pagar un precio, pero es
de tipo no rival, en cuanto que el uso que haga una persona no impide que
puedan disfrutarlo otras, estamos ante bienes llamados monopolios naturales. Dado su alto nivel de inversión, el uso
eficiente exige generalmente la presencia de grandes entidades. Por ejemplo, la
televisión por cable.
Hay algunos bienes o servicios que cumplen la propiedad de
“rivalidad”, en cuanto que si uno utiliza el bien, otro no puede disfrutarlo,
pero no de exclusión, al poder ser utilizados por todos. Reciben el nombre de “bienes o recursos comunes” y se sitúan entre lo privado y lo público.
La mayoría de los bienes en nuestra economía son de
naturaleza privada, dado que se encuentran en el mercado y se guían por los
precios, que son las señales que utilizan los compradores y los vendedores para
tomar sus decisiones.
La “tragedia de los bienes comunes” ha sido descrita como una
situación en la que varias personas, motivadas por el interés personal y
actuando racionalmente, acaban utilizando inadecuadamente un recurso
compartido, aunque no les convenga que se deteriore y se acabe destruyendo. Es
el caso de la sobreexplotación de los bancos de pesca, que beneficia a corto
plazo a los depredadores, pero acaba perjudicando a todos en el largo plazo.
Los bienes públicos y los recursos comunes necesitan una
gestión y un mecanismo de control que asegure su utilización y disfrute, así
como un sistema que garantice su sostenibilidad.
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