La política monetaria de la Eurozona es gestionada por el BCE,
que junto con los bancos centrales nacionales, forman el denominado “Sistema
Europeo de Bancos Centrales”. La diferencia con otros bancos centrales, tales
como la Reserva Federal estadounidense y el Banco de Inglaterra, es que estos
dos últimos van más allá de gestionar el tipo de interés y utilizan políticas
de estímulo para alcanzar el máximo nivel de empleo.
El objetivo prioritario de la política monetaria del BCE, fijado
en sus estatutos, es mantener el poder adquisitivo de la moneda única y, de
este modo, la estabilidad de los precios, que se define como un incremento
interanual del IPC en torno al 2%. Como objetivo secundario, el BCE apoya las
políticas económicas encaminadas a mejorar el nivel de empleo y alcanzar un crecimiento
sostenido no inflacionista.
Las ganancias o pérdidas de competitividad entre los miembros
de la Eurozona por diferencias en los niveles de inflación están siendo
gestionadas con decisiones económicas internas por los países afectados,
imponiendo medidas de austeridad, que han afectado sobre todo a las partidas
presupuestarias de gasto social.
Las autoridades financieras suelen seguir dos tipos de
estrategias para alcanzar el objetivo de la estabilidad de los precios: a)
fijar un objetivo monetario, anunciando el banco central una tasa de incremento
de la cantidad de dinero y b) establecer la senda deseada para la futura
inflación, tomando las medidas correctoras necesarias.
El BCE ha optado por un enfoque intermedio, con elementos de
las dos estrategias que hemos indicado, aduciendo que actualmente los datos
empíricos disponibles en los países de la Eurozona no son suficientemente
fiables, debido a la ruptura estructural que supuso la irrupción de la moneda
única en el entramado europeo.
Para garantizar la estabilidad de los precios se disponen de
tres instrumentos de política monetaria: a) las operaciones de mercado abierto,
que consisten en la compraventa de bonos, inyectando o detrayendo dinero, para
controlar los tipos de interés del mercado; b) las facilidades permanentes, que tienen por objeto gestionar la
liquidez, concediendo préstamos a los bancos a un día o aceptando depósitos en
los bancos centrales de excedentes de liquidez y c) el mantenimiento obligatorio
de reservas mínimas de dinero en las entidades financieras, a fin de
estabilizar los tipos de interés del mercado a corto plazo.
El BCE está utilizando el primero de los instrumentos
citados, el programa de expansión monetaria, consistente en la compra de activos
públicos y privados, a razón de 60.000 millones de euros mensuales, con una
proporción de títulos públicos del 80%. Por lo tanto, sigue en la línea de
ampliar su balance hasta la cifra prevista de 1,1 billones de euros en
septiembre de 2016.
En
cifras acumuladas, como observamos en el siguiente gráfico, en los ocho
primeros meses del programa, el BCE compró cerca de 400.000 millones de euros
de bonos públicos, con un vencimiento en torno a 10 años en el caso de los
títulos de España.
Ante el recrudecimiento de la crisis de deuda, que
disparó el año pasado las primas de riesgo de países como España e Italia hasta niveles superiores al 6%, el BCE dio un golpe de efecto declarando que
“haría todo lo que hiciera falta para salvar al euro”. Las primas de riesgo
fueron descendiendo y, tras el programa de compras de deuda pública, la prima
española a 10 años ha descendido hasta los 1,1%, ayudada por la mejora del
rating soberano otorgado por la agencia S&P.
La semana pasada anunció Draghi que se tomarán medida
para subir la inflación, dando un paso adicional en la política expansiva.
Parece que no son buenas las perspectivas económicas cuando hasta el presidente del
Bundesbank alemán admite que la inflación está lejos de volver a los niveles cercanos al 2% y reclama a su
propio Gobierno inversiones en infraestructuras, es decir, una política fiscal
más expansiva.
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