martes, 17 de noviembre de 2015

ESTRUCTURAS DE MERCADO

La política de defensa de la competencia trata de ejercer un papel determinante en el correcto funcionamiento de los mercados. En los últimos años, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) española y la Comisión Europea han adoptado decisiones en relación con infracciones de las leyes en materia de competencia y en el control de fusiones y adquisiciones. El objetivo es que las estructuras respondan al funcionamiento de una economía de libre mercado. 

Cuando existen muchos compradores y vendedores de un producto, sin que ninguno represente una gran proporción del mercado, los vendedores no pueden influir en el precio, pero logran vender toda su producción. Este es un mercado de “competencia perfecta”. Por ejemplo, miles de agricultores producen trigo, que es adquirido por miles de compradores para producir harina y otros productos. Por tanto, se supone que ningún agricultor ni comprador puede influir en el precio. 

En cambio, cuando hay unas pocas empresas que fabrican para cierto mercado influyen sobre los precios de los productos, pero si quieren vender mayor cantidad tienen que reducir los precios. Se dice que funcionan como “competencia imperfecta”.

En este tipo de mercados puede haber un productor único (monopolio) o unas pocas empresas importantes (oligopolio). Cuando se producen economías de escala (disminución del coste unitario al aumentar la producción) a nivel de la empresa, es habitual que se reduzca el número de supervivientes y cada una produzca un bien que se diferencia del fabricado por sus competidores (competencia monopolística).

El monopolio 

El monopolio es un caso extremo de competencia imperfecta. Una única empresa atiende toda la demanda de un producto, controlando el precio y las demás condiciones de venta. Esta situación suele darse cuando una entidad controla en exclusiva un recurso necesario para llevar a cabo la producción. También puede suceder que la empresa tenga la patente o los derechos legales para comercializar el producto.

La posición de poder del monopolista suele perjudicar a los consumidores porque mantiene los precios altos y produce una cantidad inferior a la demanda potencial del mercado. Por ejemplo, en España, la distribución de luz de alto voltaje está en manos de Red Eléctrica de España, de carácter semipúblico.

Para corregir las ineficiencias provocadas por la existencia de los monopolios, los Gobiernos suelen adoptar diferentes medidas, tales como la regulación de precios, promoción de empresas públicas y legislación antimonopolio.

El oligopolio

En el oligopolio, las empresas ofrecen productos con poca diferenciación y se reparten el mercado entre unas pocas entidades. Las inversiones necesarias para competir en el mercado son tan elevadas que resultan accesibles únicamente para grandes corporaciones. Un ejemplo conocido de oligopolio lo constituyen las empresas de telefonía móvil, en el que una media docena se reparten la demanda del mercado.

Para medir si existe o no oligopolio se utiliza el "coeficiente de concentración de las cuatro mayores empresas de un tipo concreto de producto o servicio, calculando la cuota de mercado que representan. Cuanta más elevada es la cuota más evidente es el funcionamiento oligopolístico. 

Las empresas de este tipo de mercado pueden llegar a acuerdos entre ellas, repartiéndose la demanda, para subir los precios y limitar la producción. Cuando el acuerdo es formal se conoce como cártel. Es el conocido caso de la OPEP, que condiciona el precio internacional del petróleo. En algunos sectores se reconoce que hay un líder informal que fija los precios y es seguido por los otros productores.

En España funcionan con estructura de oligopolio unos mercados tan importantes como el energético y el petroquímico. Las consecuencias son que se encarece el nivel de vida para los ciudadanos, aumentan los costes de la energía para otros sectores productivos y las empresas suministradoras aumentan los beneficios a base subir los precios

La competencia monopolística

En la siguiente imagen tenemos marcas muy conocidas de empresas que operan en competencia monopolística, un modelo que está entre la competencia perfecta y el monopolio. 


En este tipo de competencia hay muchos productores y los productos que venden se diferencian entre ellos. Ejemplos cercanos serían la ropa, el calzado y los restaurantes.

La diferenciación consiste en tratar de que el consumidor perciba el producto de la empresa como diferente del resto de bienes similares. La diferencia puede deberse a la calidad, al diseño o la imagen de marca que proyecta la empresa. El coste de la diferenciación será compensado con creces por el mayor precio que el producto estándar. Es el caso de las bodegas de vinos con denominaciones de origen de prestigio. 

A corto plazo pueden comportarse como monopolísticas, usando su poder para generar mayores beneficios, pero a largo plazo, con el señuelo de las altas ganancias, entrarán en el sector otras empresas, que forzarán a comportarse de modo más cercano a la competencia perfecta. 

La mayor apertura a la competencia se produjo en España a partir de la entrada en vigor del Mercado Único Europeo, en 1993, cuando se aceleró el desarme arancelario, poniendo en funcionamiento procesos de liberalización en el transporte aéreo y de mercancías por ferrocarril, distribución de carburantes, telecomunicaciones y sector eléctrico. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario