Dadas las grandes diferencias que había en las variables macroeconómicas
entre los países europeos en los años 1990, especialmente en cuento a inflación
y déficits públicos, en el Tratado de Maastricht se establecieron algunos
criterios de convergencia que tenían que cumplir los países que deseaban
integrarse en la Unión Económica y Monetaria (UEM).
Los criterios que se adoptaron fueron de convergencia nominal
y se referían a la estabilidad del tipo de cambio, a los tipos de interés a
largo plazo, a las tasas de inflación, al déficit y a la deuda pública.
El Banco
Central Europeo (BCE) se ha fijado ahora en la convergencia real, la que se
mide con la renta por habitante, en términos de paridad de poder adquisitivo,
entre los doce países que adoptaron el euro en los primeros años. El BCE
constata la falta de convergencia, que lo atribuye al escaso crecimiento de la
productividad en algunos países, a las rigideces estructurales y a la ausencia
de políticas para atajar los incrementos de precios de los activos.
Recordemos que uno de los argumentos que más se utilizaron
para crear el euro fue precisamente que la nueva moneda impulsaría la
convergencia, pero se reconoce que no se
han conseguido corregir las diferencias de rentas medias entre los países
fundadores de la Eurozona.
Sin embargo, en el conjunto de la Unión Europea (UE-28) ha
habido un acercamiento en la renta por habitante en términos de paridad de
poder adquisitivo. Las economías de renta más baja han crecido más rápidamente
que las de renta alta.
La línea verde del gráfico representa la desviación en la
renta por habitante respecto a la media del conjunto de la UE-28. Observamos
que en el año 2000 la desviación estándar alcanzó los 38.000 euros y que ha ido
descendiendo hasta quedar cerca de 25.000 en el año 2014.
En cambio, en los 12 países que comparten el euro desde 2001
(línea azul), con una desigualdad mucho
menor que en el conjunto de la UE-28, se ha mantenido la desviación en torno a
19.000 euros y llegó a superar los 20.000 en el año 2014. Por lo tanto, el euro
no ha favorecido la convergencia, sino que ha producido una ligera divergencia.
En el siguiente gráfico presentamos el caso de España,
comparando el PIB por habitante en términos nominales en relación con la UE-28
Como muestra el gráfico, el PIB per cápita se encontraba en el año 2001 al 99% de la media y fue ascendiendo hasta superar a la europea (105%), pero tras la crisis del euro de 2010, con el alto nivel de deuda y la política económica de austeridad, volvió a caer por debajo de la media europea.
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