Los demógrafos indican que nos encontramos hacia el final de
la etapa de transición demográfica, con un estancamiento del tamaño de la
población y un aumento de la esperanza de vida, que está acelerando el
envejecimiento.
La transición demográfica es un proceso que ocurre en los países a medida que avanzan
en el nivel de desarrollo: las tasas de mortalidad y de natalidad disminuyen de
manera importante
La transición ha concluido en gran medida en los países
desarrollados, pero prosigue en los que están en vías de desarrollo. El elevado
crecimiento de la población de algunos países se debe a que han descendido las
tasas de mortalidad más deprisa que las de natalidad, señal de que la transición demográfica no ha
terminado.
La longevidad, que apenas cambió hasta el siglo XVIII, está aumentando
en las últimas décadas, sobre todo en el mundo desarrollado. La tasa de
mortalidad en España (número de personas fallecidas por cada mil habitantes),
que era de 8,60 en 1960, descendió hasta 8,46 en el año 2014, y la esperanza de vida se ha elevado hasta los
80 años en los hombres y 86 en las mujeres. Solo
Japón se sitúa por delante de España en esperanza de vida al nacer.
La disminución de la mortalidad se debió a tres factores: la
mejora del nivel de vida, sobre todo de la alimentación; las medidas de salud pública, como el suministro de agua potable, alimentos sanos y
drenaje de ciénagas, y el avance de los tratamientos médicos.
La natalidad también ha descendido aceleradamente en el mundo
desarrollado en el último siglo, pasando de más de cinco hijos por mujer en
1964 a menos de dos en la actualidad. El índice de fecundidad (número de hijos por mujer) en España es de 1,32.
Un índice de fecundidad inferior a 2,1 por mujer (fecundidad de reemplazo) no mantiene
estable la pirámide de población.
Como una imagen del envejecimiento en España, en el siguiente
gráfico tenemos la evolución de la edad media de los hombres y las mujeres.
Observamos que en los últimos 17 años la edad media ha aumentado
aproximadamente 3 años, es decir, algo más de 2 meses por año.
Un informe de Naciones Unidas, “Perspectivas de la Población
Mundial 2015”, augura cierto descenso de habitantes en algunas zonas
geográficas, que puede extenderse también a la Eurozona en el 2030.
En el caso de España, al
final de 2014, la población era de 46,6
millones, con un descenso del 0,4% sobre el año anterior. Los extranjeros
registrados suponían un 10,5%.
Una menor población puede ocasionar la reducción de la oferta
laboral, la disminución del consumo y la caída de la inversión, todo lo cual
llevaría a un menor Producto Interior Bruto.
Pero hay que contar con los avances tecnológicos, que pueden llevar al aumento de la productividad, incrementando
la capacidad productiva de las personas empleadas, que son las que sostienen a
la población inactiva. Algunos economistas apuntan a una menor necesidad de
población activa en las próximas décadas, precisamente por el incremento de la
productividad y la organización basada en la tecnología.
En cualquier caso, se debe tener en cuenta que el
envejecimiento de la población y el aumento del ratio de dependencia de los
inactivos respecto de los empleados puede también aumentar el gasto público en
pensiones, salud y dependencia.
La inmigración puede suavizar los efectos negativos del
cambio demográfico en los países desarrollados, pero los flujos migratorios
dependen tanto de las condiciones que concurren en las naciones de origen como
de la acogida y las políticas de integración que apliquen las comunidades receptoras. La mayoría de los inmigrantes que
llegan a Europa están en edad de trabajar, por lo que, si se les facilita la
integración en el mercado laboral, pueden retrasar el impacto económico del
envejecimiento.
El caso alemán es significativo. Según el ministro de
Economía, el país está afrontando la
llegada masiva de inmigrantes como el mayor reto desde la reunificación. Los
cerca del millón de refugiados que se esperan van a suponer un coste añadido al
principio, pero el ministro cree que pueden ser la clave para aumentar la
población activa y mantener la sostenibilidad del sistema a medio y largo
plazo, cuando se incremente notablemente la población jubilada y pensionista.
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