Se denomina Inversión Exterior Directa (IED) al flujo
financiero neto (salidas menos entradas)
de carácter duradero en un país durante
un período de tiempo. Se atribuye el carácter duradero o permanente a la compra
de más del 10% de las acciones con derecho a voto de una empresa.
España ha sido tradicionalmente receptor neto de inversión
exterior directa. Las filiales españolas de multinacionales de origen
extranjero han tenido gran importancia
en el desarrollo industrial del país. Fue a partir de la entrada en la
Comunidad Económica Europea (1986) cuando se incrementó notablemente la
multinacionalización de las empresas españolas.
Desde mediados de la década de 1990, España forma parte de
los países avanzados y consolida su presencia en Latinoamérica. La entrada en el euro supuso un descenso de
los costes de transacción y la caída de las barreras institucionales favoreció
la presencia de empresas españolas también en la Eurozona.
A partir del 2000, al igual que el resto de los países
desarrollados, España pasa de receptor neto a importante inversor en el
exterior, es decir, que el stock (acumulación de flujos) de inversión directa
española en el exterior es superior al
stock de inversión directa extranjera recibida.
Observamos
en el gráfico un incremento notable de la inversión exterior de España, salidas
de capital del país, durante el período de crisis.
Entre los años 1993 y 2012, las entradas procedentes de la
Unión Europea representaron el 88% del total de inversión directa en España. Las
inversoras fueron empresas de gran tamaño y con elevado contenido tecnológico.
En cuanto a las salidas exteriores directas, los países de la
UE eran los receptores del 55%, Latinoamérica llegó al 26% y EE.UU. supuso el
10%.
Por sectores de actividad, las inversiones de España en el
extranjero se concentran mayoritariamente en el sector de servicios públicos (telecomunicaciones,
transporte aéreo, energía…) y sector financiero, con el 81% del total. A mucha distancia, la
industria supuso el 15%, y el sector primario, un 4%.
La rentabilidad lograda por las empresas españolas en el
exterior supera a la conseguida en el territorio nacional, lo que viene a explicar
la estrategia seguida por los inversores de buscar economías de escala y rentabilizar
sus activos intangibles, introduciéndose en mercados con elevado potencial
de crecimiento, cercanos geográfica y
culturalmente.
Un modelo de crecimiento sostenible a largo plazo tiene que
continuar profundizando en la inserción
exterior de la economía española, con más inversión hacia el exterior y más
recepción de inversión directa extranjera, lo cual supone mejorar la
competitividad de las empresas.
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