Hay dos razones básicas que impulsan el comercio
internacional: las diferencias entre los países y el interés por lograr
economías de escala en la producción. Si un país se dedica a aquello que hace
relativamente mejor en lugar de producir de todo, seguro que la mayor escala de
producción hará que gane en eficiencia. La interacción de estas dos ideas es la
que impulsa el comercial mundial.
El análisis de la diferencia entre países se desarrolla en la
economía con el concepto de “ventaja
comparativa”, que introdujo David Ricardo a principios del siglo XIX. Es un
enfoque centrado en las diferencias de la productividad del trabajo, que
explica cómo el comercio resulta mutuamente beneficioso para los países. Aunque
el modelo de un solo factor (trabajo) es muy sencillo, puede servir para
entender las bases del comercio internacional
Dado que los recursos para producir bienes y servicios son
escasos, nos enfrentamos continuamente a
la necesidad de elegir o de fijar prioridades. Si queremos obtener más de unos
bienes, tenemos que producir menos de otros. En economía se utiliza la
expresión “coste de oportunidad” para dar a entender el sacrificio que supone
cualquier elección. Así, el desembolso
monetario de levantar un estadio
de futbol no es su auténtico coste, sino que éste viene determinado por la renuncia
(coste de oportunidad), por ejemplo, de ampliar con esos recursos un hospital
con pabellones para unos centenares de camas.
Aplicando el concepto a dos países y dos bienes, se dice que
un país tiene ventaja comparativa en un bien (X) cuando el coste de oportunidad
de producirlo en términos del otro bien (Y) es inferior en ese país del que resulta de la comparación de los dos bienes
en el otro país. Si cada uno se dedica al bien en el que tiene ventaja comparativa
(menor coste de oportunidad) y lo exporta al otro país, el comercio entre los
dos beneficiará a ambos, aumentando el
consumo total, ya que puede acabar produciéndose mayor cantidad de ambos
bienes.
Veamos un sencillo ejemplo numérico, basándonos en los datos de
dos empresas representativas, una española y otra alemana, que producen los
bienes X e Y. Supongamos que ambas tienen 20 trabajadores y el número de horas mensuales
de actividad es de 150 en cada una, tal como se recoge en el siguiente cuadro:
Vemos en el cuadro que en Alemania, con mayor productividad
del trabajo, se consigue elaborar tanto el producto X como el Y en menos tiempo
que en España, por lo que los alemanes tienen ventaja absoluta. Pero esta comparación no es relevante para el
comercio. Hay que razonar en términos relativos.
Comparativamente, para obtener una unidad de Y en España basta con renunciar a 2,6 unidades de X
(cociente de 8/3), y en Alemania a 3 unidades (cociente de 6/2.). El coste de
oportunidad de dedicarse al producto Y es más bajo en España, por lo que se
debe especializar en ese producto, dejando el X para Alemania.
Siguiendo con el ejemplo, para comprobar el efecto con mayor
nitidez, supongamos que en España se dedican 10 trabajadores a cada tipo de
producto y en Alemania optan por 13 para X y 7 para Y. Los cálculos del cuadro
siguiente confirman que con la especialización puede llegar a obtenerse mayor
producción de cada bien. El total de X aumenta de 1.475 a 1.500, y el total de
Y, de 362,5 a 375 unidades.
Alemania podrá conseguir el producto Y de modo más eficiente
fabricando X e intercambiándolo, que produciendo directamente en su país. Del
mismo modo, España conseguirá el producto X de forma más eficiente produciendo
Y e intercambiándolo por X.
Por lo tanto, según el enfoque del modelo ricardiano, dos
países pueden comerciar con beneficio para ambos, aun cuando uno de ellos tenga
ventaja absoluta, es decir, que sea más eficiente que el otro en la producción
de todos los bienes.
El comercio permite también la especialización en la
obtención de determinados productos, ganando en eficiencia al poder alcanzar
economías de escala (menores costes unitarios) con la expansión de la
producción
Una muestra de la utilidad de la teoría de la ventaja
comparativa puede ser la emergencia económica de China. Aunque el país asiático
tiene en general una productividad del trabajo muy baja en comparación con las
naciones occidentales, como en algunas industrias la desventaja es menos
importante, China se ha convertido en una gran potencia productora y exportadora.
Aunque el comercio internacional puede ser beneficioso en
general para los países, en el mundo real tiene efectos sobre la distribución
de la renta en cada nación, dado que las ganancias del comercio se reparten muchas veces de forma muy desigual, perjudicando de modo significativo a
algunos grupos, sobre todo a corto plazo.
A pesar de que los países no lleguen en la realidad al grado de especialización que apunta el modelo ricardiano, hay que reconocer que realiza dos aportaciones apoyadas por la evidencia: destacar el importante rol de las diferencias de productividad en el comercio internacional y afirmar que es la ventaja comparativa y no la absoluta la regla determinante.
A pesar de que los países no lleguen en la realidad al grado de especialización que apunta el modelo ricardiano, hay que reconocer que realiza dos aportaciones apoyadas por la evidencia: destacar el importante rol de las diferencias de productividad en el comercio internacional y afirmar que es la ventaja comparativa y no la absoluta la regla determinante.
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