martes, 13 de octubre de 2015

LOS CICLOS ECONÓMICOS

Los ciclos económicos son oscilaciones de la actividad económica que afectan a las principales variables macroeconómicas, tales como el Producto Interior Bruto (PIB), el empleo y el nivel de precios.

Los ciclos se suelen dividir en  cuatro componentes: a) recuperación, en el que se da la reactivación económica; b) expansión, con un crecimiento prolongado de las macromagnitudes; c) desaceleración, proceso en el que se ralentiza el crecimiento, y d) recesión, crecimiento negativo durante al menos dos trimestres consecutivos. El término depresión se reserva para la recesión grave.

Las fluctuaciones económicas a corto plazo dependen fundamentalmente del comportamiento de dos variables: la producción de bienes y servicios, medido por el PIB, y el nivel general de precios, recogido en el “Índice de Precios de Consumo” y el “deflactor del PIB” (crecimiento de precios en los bienes y servicios producidos)

En el siguiente gráfico tenemos el “Indicador CF” (Comité de fechado) de la Asociación Española de Economía, que señala la evolución de los ciclos económicos en España desde 1984.


El indicador compuesto CF se nutre principalmente de la información del PIB, pero toma en cuenta también otras series económicas, tales como el Índice de Producción Industrial (IPI), los Afiliados a la Seguridad Social y el Índice de Gestores de Compras “Purchasing Managers Index” (PMI).

Este indicador compuesto ofrece una lectura fácil del estado del ciclo económico: los valores positivos altos anuncian situaciones de expansión y los más negativos son señales de la caída en una fase recesiva.

En 1984 se inició en España un ciclo de once años de duración, que fue impulsado por el crecimiento internacional de los años 1980, así como por las oportunidades que trajo la adhesión española a la Comunidad Económica Europa, tanto por la mayor apertura a los mercados que supuso como por la llegada de transferencias y ayudas de las instituciones europeas. El punto más alto se alcanzó en 1989.

Desde 1995 hasta 2007 se desarrolló otro ciclo que mantuvo la serie por encima del cero tendencial en gran parte del recorrido, con una recesión pequeña en el intermedio (2001-2002). La entrada en el euro facilitó la financiación de las empresas, hasta que llegó  la explosión de la burbuja inmobiliaria.

España entró en una nueva recesión en el segundo trimestre de 2008, mostrando signos de recuperación al inicio de 2010, y volvió posteriormente a caer en recesión a finales de dicho año. Esta segunda recesión terminó en el segundo trimestre de 2013 y desde entonces el PIB está incrementándose.

La crisis iniciada en el 2008 ha sido más profunda que las padecidas en las décadas anteriores, pero no ha alcanzado la gravedad de la conocida como la Gran Depresión de 1929. Han sido precisamente las lecciones aprendidas durante ella las que han guiado las acciones de los gobiernos y de los bancos centrales para mitigar las consecuencias de la recesión posterior a la burbuja inmobiliaria.

Como los ciclos económicos siguen pautas irregulares, predecir cuándo terminará una expansión y cuando se iniciará una recesión resulta muy difícil. Cada ciclo es distinto y los economistas tienen serias dificultades para predecir su evolución futura. Así, en la última crisis, un suceso tan inesperado como la quiebra de Lehman Brothers vapuleó el sistema financiero y las empresas se quedaron sin financiación para llevar a cabo sus actividades. El comercio internacional cayó en picado.

Millones de personas en todo el mundo perdieron los trabajos, descendieron sus ingresos y cayó el nivel de vida. El subsidio de desempleo permitió contar con cierta protección en los países desarrollados, pero en las economías pobres se quedaron  sin renta numerosas familias.


Para prevenir otra crisis, muchos economistas recomiendan  regular la actividad del sistema financiero, reduciendo su tamaño y su complejidad. La banca debe dedicarse a gestionar el dinero y los medios de pago, canalizando el ahorro hacia la inversión y favoreciendo el desarrollo de la economía productiva, una actividad que algunos denominan “banca aburrida”, pero es justamente la que le corresponde en el entramado económico.

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