Se denominan
economías emergentes a los países en vías de desarrollo de tamaño grande en proceso de industrialización y con una tasa
de crecimiento económico elevada.
Los principales países
emergentes son los que componen el grupo conocido por BRIC (Brasil, Rusia,
India y China), pero también se consideran como emergentes a Sudáfrica y México,
entre otros.
El crecimiento de los
países emergentes se ha ralentizado y algunos de ellos están sufriendo fuertes
devaluaciones de sus divisas en los
últimos meses. Una característica de estos países es que los ciclos
políticos y sociales tienen impactos de gran calado en sus fluctuaciones
económicas y financieras. Brasil,
por ejemplo, ha visto cómo se depreciaba su moneda, el real, frente al
dólar en más de un 20% en los últimos
dos años.
Ocurre que los
capitales especulativos están saliendo de los países emergentes para volver a
Estados Unidos, invirtiéndose en bonos del Tesoro a 10 años, que han mejorado
su rendimiento. Se piensa que, con la
economía norteamericana recuperándose, no se alargará durante mucho tiempo la
inyección de estímulos monetarios de la Reserva Federal y llegará el esperado aumento de tipo de interés.
En el siguiente gráfico del Banco de España se recoge la participación de
los diferentes bloques de países en el PIB mundial en paridad de poder de
compra, es decir, eliminada la influencia de los precios, y en dólares
corrientes, siempre en porcentaje sobre el total:
Vemos que los cuatro países que conforman el grupo
BRIC alcanzaban, en términos de paridad de poder compra (PPC), la manera más correcta
de comparar las economías de los países, la cuarta parte del PIB mundial,
superando a EE.UU, que llegaba al 20,2%, y al conjunto de la Unión Europea, que
se quedaba en el 20,6%. La participación
española en el PIB mundial era del 1,9%.
La tasa de crecimiento de las economías emergentes ha
sido muy elevada en comparación con los países desarrollados, pero se está reduciendo
y, además, aparecen en Brasil y Turquía movimientos sociales preocupantes para
los inversores, que optan por vender las acciones de las empresas y las deudas
públicas de los gobiernos.
Al desprenderse de los activos de esos países y
comprar dólares o euros, sus monedas se deprecian. Las autoridades pueden
tomar medidas para tratar de contrarrestar
la depreciación vendiendo activos en dólares que tienen en reservas, pero la operación
acaba reduciendo su cotización y, al tiempo, aumentando la rentabilidad de los
títulos.
Otros inversores se mostrarán así interesados en
deshacerse también de activos de los emergentes para comprar los títulos en
dólares que han aumentado su rentabilidad. Mientras los fondos se muevan
libremente, continuará el movimiento internacional de capitales en busca de
mejores combinaciones de rentabilidad y riesgo, provocando inestabilidad en las
economías. Los
países ya saben que los capitales especulativos son como las golondrinas: llegan en masa y
se van en cualquier momento
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