Tal como vimos en dos
entradas recientes sobre la Balanza de Pagos, la Cuenta Corriente recoge los
intercambios internacionales de bienes, servicios, rentas y transferencias.
Los países que
registran saldo negativo obtienen recursos externos de los países con saldo
positivo. Significa que cuando el consumo interno es superior a la producción
de un país o, en otros términos, su inversión es superior al ahorro interno, necesita
recibir recursos de otros países. Ocurre lo contrario con los países que
registran saldo positivo.
Flujos
financiaron mundiales
En el siguiente cuadro,
confeccionado con datos del Banco Mundial,
podemos observar los saldos de las Cuentas Corrientes (en millones de dólares) de las grandes
economías del mundo:
De los datos se deduce
que la Unión Europea tiene una balanza con reducido desequilibrio y es EE.UU. el
que gasta mucho más de lo que produce. Ese
exceso es financiado por los dos grandes países asiáticos (China y Japón),
quienes en conjunto gastan menos que lo que producen. Algunos países del resto
del mundo, tales como las naciones de Oriente Medio con petróleo, aportan el ahorro restante.
Por tanto, un país rico
como EE.UU. se beneficia del ahorro del resto del mundo. Una parte importante
de su financiación le viene de un país pobre como China y, en menor medida, de Japón.
También es cierto que a
China le viene bien financiar el consumo americano porque las cuantiosas exportaciones
a EE.UU. le ayudan a impulsar el desarrollo del país. A cambio, el gigantesco
país asiático sigue manteniendo sus reservas en dólares a base de adquirir
bonos del Tesoro americano.
Entre los países
componentes de la Unión Europea se dan también desequilibrios notables en las
Cuentas Corrientes. En el año 2011, en millones de dólares, destacan los superávits
de Alemania (202.725) y Holanda (70.634). Los países deficitarios más
importantes fueron Italia (70.100), Francia (54.437) y España (51.918)
Los
desequilibrios
La variación de los
flujos entre los años 2008 y 2011 nos indica que los grandes desequilibrios se
van reduciendo, tal como auguraban muchos economistas, ya que la cuantía de los
flujos hacía que la situación se considerase insostenible.
Pero continúa el
riesgo, porque los desequilibrios por cuenta corriente que aún persisten pueden
llevar a las autoridades a recurrir a políticas proteccionistas. También existe el peligro de que las salidas de manera acelerada de fondos de los países que han recibido cuantiosas sumas de dinero provoquen depreciaciones bruscas de las monedas.
Hay que recordar que los
desequilibrios económicos ocultan fenómenos de otro tipo. El cuantioso déficit
norteamericano se acepta porque el dólar es una moneda de reserva y porque
EE.UU. es la primera potencia económica mundial. El mercado del dólar es, además,
el más liquido y muchas transacciones internacionales están denominadas en
dólares, incluido el mercado del petróleo. En definitiva, que EE.UU. tiene de
momento capacidad de imponer a otros el uso de su moneda.
Pero algunas grandes
naciones emergentes, como Brasil, están reaccionando ante los desequilibrios de EE.UU. y reclaman, cada día con mayor insistencia, una nueva moneda de reserva
supranacional por encima del dólar, que reduzca el impacto de una depreciación de la moneda norteamericana y ayude a equilibrar las relaciones económicas
internacionales.
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