La Reserva Federal
(FED), el banco central de Estados Unidos, ha anunciado un cambio de estrategia para combatir la
debilidad de su economía.
En lugar de comprar
deuda pública del país a corto plazo para aumentar la liquidez de los bancos y
que estos aumenten los préstamos para incrementar la actividad de la economía,
apuesta por otra “relajación cuantitativa” (la tercera desde noviembre de
2008), una compra de bonos a largo plazo y activos emitidos sobre hipotecas.
En concreto, comenzando
en septiembre, por un tiempo ilimitado, la FED compra 40.000 millones de dólares mensuales en
valores respaldados por hipotecas. Es una apuesta importante para tratar de
revitalizar la economía estadounidense.
Ha argumentado que no
funcionan los canales habituales de transmisión de la política monetaria. Al
ser los tipos de interés a corto plazo próximos a cero, la mayor liquidez de
los bancos no da lugar al incremento del crédito a las empresas y a las familias,
sino que se queda en las propias entidades.
El aumento de liquidez en la economía responde a la receta
monetaria que busca depreciar el dólar frente a otras monedas para mejorar la
competitividad, aumentar las exportaciones, el saldo de la balanza comercial y
el empleo.
En el gráfico tenemos la evolución del tipo de cambio euro/dólares en el último año. Observamos la depreciación del dólar en septiembre.
La depreciación de la
moneda ayuda también a EE.UU. a reducir la deuda efectiva con el resto del
mundo, ya que está denominada en su mayor parte en dólares. Serán los países
tenedores de dólares, como China y Japón, los que se verán afectados por la
disminución del valor de sus reservas en la moneda norteamericana.
Estamos, por tanto,
ante una situación próxima a la denominada “devaluación competitiva”, una
estrategia para hacer frente a las dificultades
económicas, que beneficia al país que la aplica y hace daño a los países con
los que se comercia.
Esta depreciación del
dólar es una mala noticia para Europa. Un euro fuerte, consecuencia de la
debilidad del dólar, es una amenaza sobre todo para Alemania, dada su
dependencia de las exportaciones, pero no cabe duda de que acabará afectando
también a los países de la periferia europea.
Para empezar, en el
caso de España, reduce la probabilidad
de alcanzar el 6% de incremento de las exportaciones que prevé el cuadro
macroeconómico presentado por el Gobierno para 2013.
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