En la evolución de la
crisis financiera, que tuvo su momento más depresivo en el año 2009, se
recuperó el PIB a medida que avanzaba 2010, cambió de tendencia en el verano de
2011 y ha
caído en una segunda recesión en los últimos tres trimestres, van apareciendo
algunos retos que tendrán que ir abordándose.
El primero, sin duda,
es detener la recesión, la caída del PIB. Está cada vez más claro que la
reducción significativa del déficit público requiere parar la trayectoria recesiva y volver a la senda
del crecimiento. Pero el PIB del año 2013 vuelve a aparecer con signo negativo:
-0,5%, según el Gobierno, y -1,3%, en el informe del FMI
Con el dinero huyendo
de los bancos españoles y las políticas de austeridad en pleno funcionamiento
no se reavivará la economía. Y, sin crecimiento económico, el endeudamiento
actual de las familias y las empresas va a ser difícil pagar
El segundo reto es
plantearse un reparto razonable de las pérdidas ocasionadas por la crisis.En el siguiente gráfico,
extraído de la Contabilidad Trimestral de España (los datos de 2012 son del
primer trimestre), tenemos la distribución desde 1995:
El gráfico muestra los
porcentajes de participación de las retribuciones al trabajo (salarios), los excedentes empresariales y rentas mixtas (denominados beneficios) y los impuestos indirectos en el producto del
país (PIB) a lo largo de 17 años.
En el año 2009 la participación de los salarios fue del 50% y en el 2012
cayó al 44%, a favor de los beneficios empresariales, que subieron del 43% en
2009 al 47% en 2012, como consecuencia del creciente desempleo y de los
recortes de la llamada “consolidación
fiscal”.
El tercer reto consiste en buscar otras actividades económicas en las que se puedan aplicar los recursos
materiales y humanos que han sobrado en el sector inmobiliario. Es la condición
necesaria para que pueda reducirse el desempleo de modo duradero
El cuarto reto se centra en la
regulación del sector bancario. La crisis ha puesto de manifiesto la necesidad de
revisar las reglas de juego del sector, porque ha defraudado las esperanzas de
aquellos que confiaban que el propio mercado haría que la banca encontrara
el equilibrio entre el riesgo y el beneficio.
Las reformas que se
están apuntando incluyen aspectos tales
como la recapitalización de las entidades, la separación de nuevo de la banca
de depósito y la banca de inversión, la limitación del tamaño de las entidades
para evitar riesgos sistémicos y la regulación internacional de la operativa
bancaria.
Estas medidas
convertirían al sector bancario en más seguro, pero acabarían haciéndolo menos
rentable, razón por la cual el sector
está resistiéndose a aceptar los cambios.
Corremos el riesgo de
que el proceso reformador sea más lento que el desarrollo de la próxima crisis
financiera.