No resulta una tarea sencilla adentrarse en el alcance y la complejidad de la que se conoce como la “cuarta revolución industrial”, con avanzadas innovaciones que se desarrollan a través de la mezcla de los ámbitos físico, digital y biológico.
A diferencia de las anteriores revoluciones industriales, la que vivimos hoy día está evolucionando a un ritmo exponencial, más que lineal, resultado de las profundas interconexiones favorecidas por la era digital, que llevan a cambios de paradigma en la economía y en la sociedad.
Las revoluciones industriales comenzaron en la segunda mitad del siglo XVIII, con la transición de la energía muscular a la mecánica y evolucionaron hasta la que hoy tenemos entre nosotros, dotada de mayor poder cognitivo, que aumenta la capacidad productiva humana.
La primera revolución industrial, que se situó entre 1760 y 1840, fue desencadenada por la invención del motor de vapor y la construcción del ferrocarril. Significó el comienzo de la producción mecánica. Con la segunda revolución, que sucedió entre finales del siglo XIX y principios del XX, llegó la electricidad, la cadena de montaje y la producción en masa
La tercera, conocida como la revolución digital o del ordenador, se inició en la década de 1960, con el desarrollo de los semiconductores, la informática personal (1979-1980) e Internet (a partir de 1990). Puede considerarse que la cuarta revolución industrial, que comenzó a principios de este siglo, esta basada en la digitalización, utilizando un Internet más ubicuo y móvil, inteligencia artificial y aprendizaje de la máquina.
La disrupción tecnológica se ha acelerado en tiempo de pandemia. Las empresas han emprendido un proceso de transformación, poniendo en marcha el trabajo a distancia. Se ha descubierto que es posible tener a los trabajadores dispersos y que todo siga funcionando.
Las jornadas de trabajo pueden ser en adelante híbridas, con varios días de trabajo en el puesto laboral y otros en el domicilio. Hará falta una política individualizada, puesto que no todos los puestos de trabajo son iguales.
Puede que no todo el mundo sea capaz de trabajar desde casa. Aquellos que, por ejemplo, vivan lejos de su entorno de trabajo pueden alquilar nuevos espacios, como los coworking, que les permitan establecer un tercer lugar desde el que operar.
Un informe sobre la transición digital señala que la inteligencia artificial, la automatización y la robótica crearán en el futuro nuevos puestos de trabajo, pero perderán empleo quienes no estén preparados para aprovechar las nuevas oportunidades.
La lucha contra el cambio climático creará nuevos puestos de trabajo a medida que se vayan adoptando prácticas sostenibles y tecnologías limpias. Otros puestos desaparecerán al ir los países reduciendo sus industrias basadas en el carbón y en el uso intensivo de lo recursos.
Hay una relación cada vez más estrecha entre el empleo y la tecnología, entre los físico y lo digital, donde la automatización va reduciendo la mano de obra en muchos sectores. La digitalización y una gestión del talento más multidisciplinar van a aumentar la productividad, la eficiencia y la creatividad.
Integrando nuevas tecnologías como la robótica y la inteligencia artificial, los trabajadores capacitados pueden abandonar las tareas repetitivas y dedicarse a otras más creativas y estratégicas, que aportan mayor valor y ventaja competitiva a las empresas.
Las competencias de hoy no se ajustan a los trabajos del futuro y, además, las nuevas competencias adquiridas pueden quedar desfasadas rápidamente. Quizás sea preciso diseñar incentivos para que los trabajadores mejoren sus competencias, sobre todo los colectivos con situación más complicada por la necesidad acuciante de adaptarse a nuevos empleos.
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