El oligopolio es un tipo de mercado en el que un pequeño grupo de productores y/o distribuidores se reparten la fabricación y la comercialización de ciertos bienes o servicios, estableciendo los niveles de producción y la forma de distribución, así como los precios de mercado.
Puede considerarse al oligopolio como un punto intermedio entre el mercado de competencia perfecta, en el que existen muchos compradores y vendedores de un producto, y el monopolio, donde se concentra toda la producción y comercialización en un solo productor o vendedor.
Tanto en el monopolio como en el oligopolio existen fuertes barreras de entrada (patentes, costes de puesta en marcha...) de nuevos competidores en el mercado. Los productos fabricados y comercializados son homogéneos o poco diferenciados y, dada la interdependencia estratégica, las acciones de un componente del grupo suele beneficiar a todos.
Uno de los motivos para aflorar un oligopolio es la existencia de las denominadas “economías de escala”. Al producir mayores cantidades de un producto o servicio, el coste de producción unitario se reduce y pueden obtenerse mayores márgenes de resultados. Algunos factores refuerzan el oligopolio, como la capacidad tecnológica, la reputación y la confianza de los consumidores.
Con el aumento de tamaño, las empresas tratan de generar un círculo virtuoso: menores costes unitarios, mayor posibilidad de liderazgo ante los cliente y desarrollo de ventaja competitiva frente a grupos más pequeños.
En algunos sectores, el tamaño otorga mayor capacidad en las compras a proveedores y en la negociación con los clientes. Permite también atraer talento y tener acceso a los mercados de capitales, mejorando las posibilidades de financiación.
Son muy conocidas situaciones oligopolísticas como la de Coca-Cola y Pepsi-Cola, la oferta concentrada de tres o cuatro operadoras en de telecomunicaciones y telefonía móvil, las aerolíneas y las marcas de comida rápida (Mac Donald´s, Burger King…)
La lista de grandes conglomerados en sectores como la tecnología, la energía, la salud y la defensa es tan amplia que, en opinión de Emilio Ontiveros, presidente de Analistas Financieros Internacionales,“No existe ningún sector en la economía que funcione bajo la libre competencia”
El sector eléctrico español es un ejemplo paradigmático de oligopolio, Tres grandes empresas controlan el mercado eléctrico. Pese a la llegada de nuevos actores de pequeña dimensión, el oligopolio gestiona el 71% del ciclo combinado (turbinas de gas y de vapor): Iberdrola (32%), Endesa (26%) y Naturgy-Gas Natural (13%)
El oligopolio eléctrico, que funciona cobrando el coste marginal (el de la última unidad vendida), hace que su suministro sea mucho más caro de lo que se pagaría en un entorno competitivo.
En las subastas diarias, las centrales hidráulicas, eólicas y solares ofertan precios bajos para asegurarse de que captan demanda, pero cuando la suma de todas ellas no alcanza el volumen requerido de electricidad, hace falta recurrir a la energía producida por los ciclos combinados que utilizan también gas, con mucho mayor coste.
El absurdo del sistema es que este último aporte de energía (gas), con precio más elevado que el resto de las centrales, sirve como precio para el total de la subasta. Es decir, aunque nuclear, hidráulica, eólica y solar sean baratas, sus suministros se pagan al mismo precio que el ciclo combinado que utiliza gas natural.
El oligopolio eléctrico es un claro ejemplo de la fricción entre el objetivo empresarial de asegurar a toda costa la rentabilidad y la defensa del interés general. Sólo nos queda confiar en que la opción de producir electricidad de forma deslocalizada usando espacios libres y tejados de edificios, que empieza a extenderse en algunos territorios, logre reducir la pesada carga que supone hoy día la factura eléctrica para las familias
No hay comentarios:
Publicar un comentario