La dependencia de España del turismo internacional y la excesiva temporalidad han hecho que fuese en 2020 uno de los países europeos más afectados por la crisis económica de la pandemia, la mayor sufrida en tiempos de paz.
Los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) atenuaron la destrucción de empleo, pero no pudieron evitar que la renta disponible de las familias cayera un 3,3% a lo largo del pasado año, como podemos observar en el siguiente gráfico:
Estos datos provienen de la contabilidad nacional, que es donde se elaboran a partir del registro de los flujos y fondos originados entre las unidades económicas del país, y entre éstas y el exterior.
El indicador más utilizado es el Producto Interior Bruto (PIB), que expresa el valor monetario de la producción de bienes y servicios de demanda final (sin incluir productos intermedios, para evitar la doble contabilización) durante un período determinado.
El PIB es el resultado de una multiplicación, en la que participan dos grandes factores: uno real, formado por las unidades físicas de bienes y servicios; otro, monetario, integrado por sus precios.
En las comparaciones intertemporales se recurre al PIB en términos reales, que excluye las modificaciones ocasionadas por los precios, ya que las unidades físicas se valoran siempre tomando como referencia los precios en un año base.
Para hallar el PIB real es suficiente dividir el PIB nominal del año por un índice conocido como “deflactor del PIB”, que refleja las variaciones de precios de los artículos producidos dentro del país, sin tener en cuenta la variación de precios en los artículos importados.
La valoración puede ser a precios de mercado, incluyendo los impuestos indirectos (IVA y otros) y las subvenciones a las empresas (fomento de investigación y creación de puestos de trabajo), y a coste de los factores, sin incluir ambos conceptos. La forma habitual de presentar los datos del PIB es a precios de mercado.
Un segundo indicador macroeconómico es la renta nacional, que está compuesta por todos los ingresos que reciben los factores productivos nacionales (tierra, trabajo y capital) durante un período, descontando los bienes y servicios intermedios que se han utilizado para producirlos.
Para calcular la renta nacional neta a partir del PIB se resta la depreciación, denominada “consumo de capital fijo”, y dado el carácter interno del PIB, se suman las rentas recibidas desde el exterior por los residentes y se restan las obtenidas en el país por extranjeros.
Para conocer la parte de la renta nacional que llega a las familias se tienen que deducir los beneficios no distribuidos de las empresas (reservas). Y para hallar la renta disponible, que será consumida o ahorrada, se restan los impuestos directos a pagar (IRPF y otros) y se suman las transferencias que se reciben de las Administraciones Públicas (pensiones, subsidios de desempleo y otras prestaciones sociales).
Como resultado del proceso económico, la renta disponible neta media por persona en 2020, según el INE, quedó en 12.292 euros. Dado que el PIB por habitante a precios corrientes o de mercado fue de 23.670 euros, la renta que llegó a las familias para consumir o ahorrar representaba el 52% del producto bruto generado en el año