La deuda externa de un pais está formada por el conjunto de obligaciones con acreedores (bancos y organismos internacionales) que residen en el extranjero. Se compone de deuda pública, que es la contraída por el Estado y sus instituciones, y deuda privada, el endeudamiento de las empresas y las familias.
Para que se considere deuda externa debe haber sido contraída por un residente frente a un no residente. La residencia viene determinada por la ubicación del centro de interés económico del deudor y del acreedor, y no por su nacionalidad.
Los países suelen endeudarse para disponer de fondos para inversiones en infraestructuras o equipamientos productivos y, en ocasiones, necesitan también recursos para afrontar dificultados coyunturales.
Si el endeudamiento se utiliza para inversión, el recurso ajeno puede tener un efecto positivo para el país receptor. Cuando la deuda no se usa productivamente, se tendrá que pagarla sin que se hayan generado nuevos ingresos.
Hay que diferenciar entre deuda externa en moneda nacional y deuda externa en moneda extranjera. Conocer la composición por moneda es importante para evaluar la vulnerabilidad de un país frente al riesgo de solvencia y de liquidez.
Una depreciación del tipo de cambio puede incrementar la carga de la deuda en moneda extranjera, medida en moneda nacional, para el deudor residente. Asimismo, los pagos en moneda extranjera suelen presionar a la baja el tipo de cambio interno y propician la salida de divisas del país.
Un análisis de la Comisión Europea concluye que en España se han agravado las debilidades que ya existían antes de la pandemia. El país arrastra un elevado endeudamiento interno y externo, tanto público como privado, que puede dar lugar a cambios en la confianza de los mercados financieros.
Se puede observar en el gráfico el importante crecimiento de la deuda externa bruta a lo largo del pasado año, que alcanza 2,23 billones de euros al final, prácticamente el 200% del PIB
Las políticas expansivas para afrontar la crisis se han financiado en España con deuda que, al carecer de recursos internos, ha sido con crédito exterior, en buena parte del Banco Central Europeo (BCE).
Aunque la deuda externa bruta está en máximos históricos, la deuda externa neta (posición de inversión internacional neta), que descuenta a la bruta las inversiones españolas en el exterior, evoluciona más favorablemente, situándose en el entorno del -79% del PIB.
Se espera que la balanza de pagos por cuenta corriente repunte en 2022, pero una reducción significativa de la deuda exigiría que se mantuvieran superávits en un período de tiempo sostenido. No cabe duda de que la enorme deuda externa bruta supone una vulnerabilidad para el país.