Algunos analistas tienen la impresión de que la evolución económica y social de los últimos años puede haber creado cierto desequilibrio entre generaciones. Después de varias décadas de progreso material y social, muchas de las personas que nacieron en los años 80 y 90 (millenials) viven hoy en condiciones peores que sus padres, con dificultades para afrontar su futuro.
Este colectivo de jóvenes menores de 40 años ha tenido acceso a una formación mejor que la mayoría de sus padres, pero la crisis financiera de 2008 les ha afectado más que a los mayores. La recesión económica se ha ido superando, pero la tasa de jóvenes en paro sigue siendo elevada y muchos de los que trabajan tienen que soportar situaciones de precariedad.
El Banco de España confirma que los jóvenes son los más perjudicados por la Gran Recesión. Ningún otro grupo de edad ha sufrido un desplome mayor en rentas y patrimonios en la última década. El 25% de los jóvenes entre 30 y 40 años vive aún con los padres y el porcentaje llega hasta el 50% en el tramo de 15 a 29 años.
Los colectivos de más edad, que han podido aguantar mejor la crisis, se han visto en la necesidad de ayudar a los jóvenes. Son muchos los jubilados que están colaborado en mantener a sus hijos y nietos con sus pensiones.
Ante los retos a los que se enfrentan las sociedades desarrolladas es frecuente que se cuestione el Estado de Bienestar. El envejecimiento de la población, el descenso de la natalidad y las transformaciones económicas de las últimas décadas, entre otros factores, evidencian la necesidad de plantear una revisión del modelo social en vigor.
La adaptación a la nueva realidad debería llevar a aumentar el gasto en políticas familiares, infancia y dependencia. Las políticas de apoyo a las guarderías son inversiones en capital humano, en tanto que los apoyos a las familias y a las situaciones de dependencia permiten a las mujeres afrontar los retos profesionales sin cargas añadidas. Aumentaría así la participación de las mujeres en el mercado laboral, se generarían empleos de más calidad y el Estado tendría más recursos para hacer frente a las políticas sociales, entre ellas a las pensiones.
A falta de que se generen recursos suficientes para llevar a cabo tales políticas, los desequilibrios se tendrán que corregir con incremento de impuestos o menores gastos sociales. Hay que tener en cuenta que, debido al envejecimiento de la población, el colectivo en edad de trabajar se va reduciendo.
En el siguiente cuadro del Instituto Nacional de Estadística español tenemos las tasas de riesgo de pobreza (ingresos inferiores a la mediana del conjunto de rentas disponibles) , en %, en los últimos 5 años:
Observamos la elevada tasa de riesgo de pobreza del colectivo de 16 a 29 años, que se mantiene en torno al 28%, muy por encima del promedio general (21%); una cierta mejora del grupo de 30 a 44 años en los últimos períodos y un incremento de la tasa relativa de pobreza en los mayores de 65 años.
La contabilidad generacional mide la carga impositiva en la vida laboral de las personas y los beneficios sociales que recaen tras jubilarse en cada generación a lo largo de su ciclo de vida. El desequilibrio generacional será consecuencia del reparto de cargas entre la generación actual y las futuras
Las dificultades de los jóvenes, con escasas oportunidades de empleo estable, amenazan la sostenibilidad del sistema social, con riesgo de que se traslade a las siguientes generaciones el coste de la inacción política actual, propiciando situaciones de inequidad intergeneracional.
Este colectivo de jóvenes menores de 40 años ha tenido acceso a una formación mejor que la mayoría de sus padres, pero la crisis financiera de 2008 les ha afectado más que a los mayores. La recesión económica se ha ido superando, pero la tasa de jóvenes en paro sigue siendo elevada y muchos de los que trabajan tienen que soportar situaciones de precariedad.
El Banco de España confirma que los jóvenes son los más perjudicados por la Gran Recesión. Ningún otro grupo de edad ha sufrido un desplome mayor en rentas y patrimonios en la última década. El 25% de los jóvenes entre 30 y 40 años vive aún con los padres y el porcentaje llega hasta el 50% en el tramo de 15 a 29 años.
Los colectivos de más edad, que han podido aguantar mejor la crisis, se han visto en la necesidad de ayudar a los jóvenes. Son muchos los jubilados que están colaborado en mantener a sus hijos y nietos con sus pensiones.
Ante los retos a los que se enfrentan las sociedades desarrolladas es frecuente que se cuestione el Estado de Bienestar. El envejecimiento de la población, el descenso de la natalidad y las transformaciones económicas de las últimas décadas, entre otros factores, evidencian la necesidad de plantear una revisión del modelo social en vigor.
La adaptación a la nueva realidad debería llevar a aumentar el gasto en políticas familiares, infancia y dependencia. Las políticas de apoyo a las guarderías son inversiones en capital humano, en tanto que los apoyos a las familias y a las situaciones de dependencia permiten a las mujeres afrontar los retos profesionales sin cargas añadidas. Aumentaría así la participación de las mujeres en el mercado laboral, se generarían empleos de más calidad y el Estado tendría más recursos para hacer frente a las políticas sociales, entre ellas a las pensiones.
A falta de que se generen recursos suficientes para llevar a cabo tales políticas, los desequilibrios se tendrán que corregir con incremento de impuestos o menores gastos sociales. Hay que tener en cuenta que, debido al envejecimiento de la población, el colectivo en edad de trabajar se va reduciendo.
En el siguiente cuadro del Instituto Nacional de Estadística español tenemos las tasas de riesgo de pobreza (ingresos inferiores a la mediana del conjunto de rentas disponibles) , en %, en los últimos 5 años:
Observamos la elevada tasa de riesgo de pobreza del colectivo de 16 a 29 años, que se mantiene en torno al 28%, muy por encima del promedio general (21%); una cierta mejora del grupo de 30 a 44 años en los últimos períodos y un incremento de la tasa relativa de pobreza en los mayores de 65 años.
La contabilidad generacional mide la carga impositiva en la vida laboral de las personas y los beneficios sociales que recaen tras jubilarse en cada generación a lo largo de su ciclo de vida. El desequilibrio generacional será consecuencia del reparto de cargas entre la generación actual y las futuras
Las dificultades de los jóvenes, con escasas oportunidades de empleo estable, amenazan la sostenibilidad del sistema social, con riesgo de que se traslade a las siguientes generaciones el coste de la inacción política actual, propiciando situaciones de inequidad intergeneracional.
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