martes, 5 de noviembre de 2019

CRECIMIENTO SOSTENIBLE INCLUSIVO


Entre los objetivos de “Desarrollo Económico Sostenible” del Programa de las Naciones Unidas (PNUD), el octavo, dedicado al “Trabajo decente y el Crecimiento económico” apunta a estimular la sostenibilidad mediante el aumento de los niveles de productividad y la innovación tecnológica.

La contabilidad del crecimiento llega a medir la aportación del aumento de capital físico (instalaciones y equipamientos) y del capital o potencial humano (formación y habilidades), pero como el efecto del progreso tecnológico resulta difícil de cuantificar de modo directo, su aportación se determina como residuo, deduciendo a la tasa de crecimiento del PIB los efectos del aumento de los capitales físico y humano.

El siguiente gráfico (Krugman, Wells and Grady) permite observar los efectos del progreso tecnológico:



La curva más baja indica la relación en 1940 entre el capital físico por trabajador (en abscisas) y el PIB real por trabajador (en ordenadas). La curva más alta representa la misma relación entre las dos variables en 2010. Se puede observar que el progreso tecnológico a lo largo de 70 años permitió producir, en paridad de poder adquisitivo (descontada la inflación), mucho más con cada cantidad de capital físico.

Se estimó que la mitad del crecimiento anual de la productividad se debía a una mayor “productividad total de los factores” (PTF), es decir, a la producción conseguida con el mismo volumen de capital físico y humano, un efecto de las economías de escala, cuando la producción crece más que proporcionalmente al aumentar la cantidad de cada factor productivo, con lo que el progresos tecnológico resulta decisivo para el crecimiento económico

Según cálculos del Banco de España, si la PTF española se hubiese incrementado en las últimas dos décadas al nivel de la eurozona, la renta por trabajador alcanzaría hoy en España casi el 90 % de la media de la Eurozona, frente al 83 % que representa en la actualidad.

No cabe duda de que la inversión en conocimiento, innovación y capital humano, al incrementar la productividad en el uso de los recursos naturales, favorecen la sostenibilidad del crecimiento económico, puesto que utilizan menos recursos físicos por unidad de PIB.

Pero al crecimiento económico se le pide que sea también inclusivo, porque si no es capaz de cohesionar la sociedad, difícilmente mejorará el bienestar general. La economía española continúa su fase expansiva, aunque se ha entrado en una senda de desaceleración.

La Comisión Europea advierte de la alta proporción de ciudadanos españoles a los que no está alcanzando la mejora económica del país y permanecen en riesgo de pobreza o exclusión social (26,1%), lo cual supone que nos encontramos en un nivel elevado de desigualdad, consecuencia sobre todo del alto desempleo (14%), el doble de la media europea. España dedica el 0,5% del PIB a políticas de empleo, la cuarta parte de algunos países de la Eurozona.

Estudios promovidos por organizaciones internacionales señalan que las medidas de redistribución económica impactan de manera más efectiva en la reducción de la pobreza que las destinadas a incrementar, sin más, el crecimiento. Incluso se llega a afirmar que la desigualdad no razonable, fuera de toda lógica, puede perjudicar al propio crecimiento económico.




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