martes, 9 de julio de 2019

EL TOBOGÁN DEL EMPLEO

Al final de 2018 se cumplieron cinco años ininterrumpidos de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) español, a ritmos anuales en el entorno del 3%. Desde el inicio de la recuperación (2014) se han creado alrededor de 2,5 millones de empleos y el paro ha descendido aproximadamente en 2,8 millones de personas, hasta un entorno del 14% de la población activa. 


Como observamos en el gráfico, el empleo se incrementa notablemente en los períodos de auge económico, con apenas crecimiento de la productividad, y cae con fuerza en las recesiones, elevándose la productividad. Este comportamiento muy elástico, contrario al habitual en casi todos los países, provoca el llamado “tobogán del empleo”.

Así, en el período 2001 a 2008 creció casi tanto el PIB como el empleo, y en 2009, en plena recesión, el PIB cayó un -3,6% y el empleo casi el doble (-6,1%), incrementándose la productividad un 2,5%.

Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estableció que, para el período 1992-2008, la elasticidad del empleo (incremento de empleo dividido entre crecimiento real global del PIB) oscilaba en el conjunto de los países entre 0,32 y 0,37, con lo que, descomponiendo los aumentos del PIB en crecimiento del empleo y mejoras de la productividad del trabajo, dos tercios del crecimiento del PIB fueron atribuidos a ganancias de productividad y un tercio a aumento del empleo.

Se puede observar que, con el avance económico de los países, decrece la elasticidad del empleo, hasta situarse en muchas naciones desarrolladas en torno al 0,25, debido a que el avance tecnológico aumenta la productividad laboral.

Sin embargo, en España, la elasticidad del empleo superó a 1,5 en los años de la crisis financiera y en el quinquenio de recuperación económica ha descendido en torno a 0,9, superando aún en flexibilidad incluso a Portugal y Grecia.

Las últimas normativas laborales que se han tratado de implantar en España han fomentado la baja productividad y la volatilidad del empleo. La reforma de 2012 hizo posible mantener estancados los salarios pese a la mejora de la situación económica de las empresas, y la notable reducción de las indemnizaciones ha estimulado los despidos.

En las empresas medianas y grandes, la productividad es parecida a la media de la Unión Europea, dado que se adaptan a la transformación digital, pero en las de reducido tamaño, sobre todo las que cuentan con menos de 10 trabajadores, que representan el 90%, la productividad es baja.

Una de las razones por las que se ha destruido más empleo en España que en otro países de nuestro entorno ha sido la elevad dualidad del mercado laboral. Se ha calculado que el 85% de los contratos creados durante los años de la burbuja inmobiliaria eran temporales y también el 85% de los que se han destruido.

Han sido las reformas laborales de 2010 y 2012 las que han propiciado un significativo incremento del poder empresarial en el mercado de trabajo, por lo que, ante posibles nuevas crisis, parece necesario establecer políticas públicas que fortalezcan la negociación colectiva, priorizando el reparto de rentas y la reducción del tiempo de trabajo, al igual que lo hacen otros países, antes de recurrir al despido.



















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