martes, 4 de junio de 2019

LA INVERSIÓN EN CAPITAL FÍSICO

Las economías con mayor crecimiento suelen ser las que más aumentan su capital físico (edificios, instalaciones y equipamientos productivos), mejoran el potencial (capital) humano o logran mayores avances tecnológicos. Tenemos el ejemplo de China que, profundizando en los tres aspectos citados, ha logrado en la última década tasas de crecimientos anuales del PIB entre el 6% y 9%, impensables en países desarrollados, sacando de la pobreza a millones de ciudadanos.

Cuando se incrementa el nivel de inversión en bienes de capital con respecto al Producto Interior Bruto (PIB) aumenta también el capital físico por persona ocupada. Se dice que hay una intensificación del capital en equipos productivos. Como cada persona ocupada dispone de más capital físico con el que operar, su producción se incrementa, es decir, que tiende a aumentar la productividad.

Algunos países aumentan su capital con mayor ritmo que otros, a través de elevadas tasas de inversión. China ha llegado a invertir cerca del 40% de su PIB, en tanto que muchos países industrializados occidentales no suelen alcanzar un 25% anual.


Como vemos en el cuadro, la tasa de inversión media anual de España se situó en el último quinquenio (2014-2018) en el entorno de la media europea.

Conviene distinguir entre la inversión de Formación Bruta de Capital, que es la tratamos en este escrito, y la inversión financiera. Esta última se realiza, por ejemplo, cuando se compran acciones y bonos.

La inversión empresarial es la que acumula capitales que permiten incrementar y mejorar el equipo productivo. Es, por tanto, una variable fundamental para el funcionamiento económico, con un efecto multiplicador sobre la renta, de tal modo que los fondos invertidos consiguen, con el transcurso del tiempo, que la renta total aumente en mayor cantidad.

Las empresas invierten para aumentar su capacidad de producción de bienes y servicios, esperado que los rendimientos derivados de la venta de la nueva producción cubran tanto los costes operativos como los de financiación de la inversión y aporten un beneficio.

La inversión tiene dos claves decisivas: las expectativas de las empresas sobre la evolución de la demanda y el tipo de interés real (eliminada la inflación) del mercado financiero. Cuanto más elevada sea la tasa de interés real, menor será el número de proyectos de inversión que se considerarán rentables.

Las expectativas y la confianza de la empresas constituyen un elemento determinante, dado que la inversión supone arriesgar cierta cantidad de dinero esperando recuperarlo en el futuro. Si los inversores temen que tiendan a empeorarse las condiciones económicas, se mostrarán reacios a llevar a cabo nuevos proyectos. La confianza en la mejora económica, con incrementos de demanda y perspectivas de rentabilidad, es la que impulsa la expansión de las plantas y equipos.

En cuanto al tipo de interés real, su importancia radica en que se convierte en el coste de oportunidad del dinero líquido que puede disponer la empresa, puesto que viene a ser el rendimiento que habría obtenido si, en lugar de realizar la inversión, hubiese optado por otra alternativa, por ejemplo, prestar los fondos en el mercado financiero.

Un peligro para la inversión puede venir del crecimiento de la economía financiera, al desviar importantes fondos, que antes se dedicaban a la actividad productiva, hacia la especulación, en busca de rentabilidades a corto plazo.

La propia banca, que tradicionalmente ha financiado grandes proyectos empresariales, actúa en muchos casos como inversora en busca de rápidos beneficios, lo cual supone que una parte del ahorro no se dedica a financiar proyectos de inversión que generen empleo y bienestar social.













































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