Se pueden observar dos posiciones sobre la pobreza. Según algunos analistas, en el mundo existe igualdad de oportunidades y la pobreza obedece a un nivel de partida bajo económico y educativo de parte de la población, que irá desapareciendo con el tiempo.
Otro colectivo estima que el nivel de partida bajo condiciona las oportunidades, por lo que la pobreza no va desaparecer si no intervienen los Estados con políticas eficaces contra ella.
Hay que reconoce que la pobreza se ha reducido en el último siglo y medio, como consecuencia del desarrollo económico, pero están surgiendo algunas inquietudes en los organismos internacionales debido a que el ritmo de disminución es lento. Se teme que, si esta tendencia continúa, no se alcance la meta recogida en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de poner fin a la pobreza extrema para 2030. Resulta engañoso esperar que desaparezca únicamente con el crecimiento económico.
Merece la pena comentar dos experiencias de abordaje de la pobreza persistente a través de políticas sociales: una de ellas en la ciudad de Barcelona, en base a la renta mínima, y la otra en una aldea de Bangladesh.
Con un alcance más limitado que la renta básica universal, un planteamiento siempre debatido, el Ayuntamiento de Barcelona está realizando una prueba piloto con 1.000 familias de los 10 barrios más pobres de la ciudad. Es un ensayo financiado en un 80% con fondos europeos. El objetivo es “pasar del asistencialismo al empoderamiento”, transmitiendo confianza a las personas.
Al recibir la ayuda ciudadana, que alcanza una media de 568 euros al mes (entre 100 y 1.600 euros, en función de la composición de cada unidad familiar y de lo que paguen por vivienda), muchas personas, especialmente mujeres, comienzan a relacionarse con su entorno y se está consiguiendo que mejore la dimensión comunitaria.
Se ha podido observar que desaparece el estrés de las familias por llegar a fin de mes y los empleados de servicios sociales pueden trabajar con ellas sobre materias como la formación laboral, la salud, la educación y la organización familiar. No cabe duda de que asegurar un mínimo de ingresos mejora la capacidad de tomar decisiones y las familias pueden pensar en el futuro con más calma.
Este proyecto de innovación social, que trata de dotar a los hogares de seguridad, libertad y mayor responsabilidad, palancas para superar la pobreza, será evaluado por cuatro institutos de investigación de varios países, que medirán su eficacia.
La segunda experiencia para salir de la pobreza persistente fue presentada por la economista italiana Oriana Bandiera en la Universidad de Barcelona. Planteó que, al analizar la realidad social, se observan dos situaciones de extrema pobreza. En una, se ha concedido a la familia el capital que necesita para llevar a cabo determinada actividad. Con esfuerzo, se consiguen rendimientos de la inversión, con lo que la familia va mejorando sus ingresos.
Pero en una segunda situación, la financiación recibida no ha sido suficiente para adquirir los medios productivos que requería la actividad a emprender, con lo que ha ido agotándose la ayuda recibida y se vuelve a la situación inicial. En este caso, las familias pobres no mejoran su situación. La pobreza es persistente.
La economista presentó los resultados del ensayo realizado en Bangladesh en cooperación con la ONG Brac. Se concedió a unas familias (a las esposas) una vaca, un activo que en Bangladesh tiene el valor equivalente a los ingresos medios anuales de una familia, para comprobar si ese capital servía para sacar a las familias de la pobreza.
Valorando los bienes de las familias en 2007 y 2011 se pudo observar que, independientemente de sus activos iniciales, la vaca sirvió para ir mejorando los ingresos de las familias. En cambio, en las familias que el capital inicial transferido no les permitía realizar la inversión, volvían al punto de partida al cabo de cuatro años.
Se puede constatar que, en presencia de individivisibilidades (una vaca viva no puede dividirse), existe un umbral mínimo en la inversión de capital inicial para que las familias vayan mejorando su situación, el impulso inicial necesario que conocen por experiencia muchas organizaciones de ayuda al desarrollo económico.
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