La carencia de liquidez sembró de desconfianza a los bancos, negándose a prestar dinero entre ellos. Los clientes, a los que no concedían créditos, perdieron también la confianza en las entidades financieras. Y el clima de incertidumbre hizo que los usuarios de los bancos comenzaran a retirar sus depósitos.
En la actividad bancaria hay que distinguir entre bancos de depósitos (bancos formales o comerciales) y bancos de inversión (llamados “bancos en la sombra” porque están poco regulados), que no admiten depósitos y se dedican a la compraventa especulativa para su propio beneficio y para el de los inversores.
Los bancos de depósitos aceptan los ahorros de los ciudadanos y se comprometen a devolverlos en cuanto se los pidan. El rendimiento lo obtienen aprovechando que no todos los depositantes van a requerir la devolución de sus fondos al mismo tiempo. Este hecho permite que los bancos no mantengan en efectivo todo el dinero recibido, sino que lo presten en su mayor parte, manteniendo una pequeña proporción en reserva para atender las retiradas diarias de fondos.
Por tanto, los bancos de depósitos se endeudan a corto plazo con los depositantes, que pueden solicitar la devolución inmediata, y prestan a largo plazo a empresas y familias sin posibilidad de reclamar la devolución antes del vencimiento. Esta es la llamada “transformación del plazo de vencimiento”: conversión de pasivos a corto plazo (depósitos) en activos a largo plazo (créditos bancarios con intereses)
Como banco de inversión, Lehman Brothers obtenía fondos prestados en los mercados financieros a corto plazo y después invertía en proyectos especulativos a plazos más largos. Así operan los “bancos en la sombra”, instituciones financieras que no aceptan depósitos, pero realizan también transformaciones de plazos.
Los “bancos en la sombra” (bancos de inversión, fondos de cobertura, socimis inmobiliarios, capital riesgo, plataformas de crowdfunding...), que han ido creciendo a partir de 1980, no han estado sometidos a las regulaciones impuestas a los bancos de depósitos, tales como la obligación de mantener cierta proporción de capital o de reservas.
La transformación del plazo de vencimiento causa vulnerabilidad a los dos tipos de bancos. En los bancos de depósito, al mantener en efectivo una pequeña fracción de los fondos de los depositantes, el pánico bancario (en ocasiones profecías que se autocumplen), acaba provocando muchas veces la quiebra.
Los bancos en la sombra no tienen depositantes que requieran la devolución de su dinero, pero si los prestamistas del mercado financiero piensan que un banco deja de ser seguro, que va a resultar difícil recuperar al vencimiento el dinero, no le otorgarán créditos y el banco no podrá seguir operando con sus clientes. Puede tratar de vender sus activos inmediatamente para lograr efectivo pero, como sucedió con Lehman Beothers, muy endeudado para financiar sus operaciones, resulta difícil evitar la bancarrota.
España es el país de la Unión Europea que más dinero ha perdido en rescate a los bancos y cajas de ahorro. En cifra absoluta, el importe ha sido de 47,9 millones de euros, un 4,3% del PIB.
El pánico bancario se manifiesta en una paralización repentina de los mercados financieros, a causa de la pérdida de confianza en conseguir liquidez. Además de perjudicar a los relacionados con el banco, se extiende como un contagio, ocasionando la pérdida de confianza de los depositantes de otros bancos, que puede originar una cascada de hundimientos.
A partir de la crisis de 2008, los bancos centrales han ampliado sus medidas financieras más allá de otorgar créditos a los bancos de depósito y realizar operaciones de mercado abierto. Han estado concediendo créditos también a los bancos en la sombra y comprando bonos a corto plazo a empresas privadas, elevando así la dimensión de su carácter de “prestamistas de última instancia” para facilitar a las economías el crédito necesario cuando el mercado de préstamos privados está agotado.
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