Organizaciones de Naciones Unidas remarcan que el envejecimiento de la población está a punto de convertirse en una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI. Va a tener consecuencias para el mercado laboral y la demanda de bienes y servicios (viviendas, transportes, protección social...), así como para la estructura familiar y los lazos intergeneracionales.
La esperanza de vida de las personas viene aumentando desde hace muchas décadas en todos los países. Los avances del sector sanitario y farmacéutico, junto con los cambios en el estilo de vida de la sociedad, han hecho posible que la vida humana se prolongue en España a un ritmo de cuatro años por década en el último siglo, hasta llegar a alcanzar en promedio más de 82 años de vida en la actualidad, convirtiéndose en el cuarto país más longevo del mundo, por detrás de Japón, Suiza y Singapur.
El incremento de la esperanza de vida, la escasa mortalidad infantil y juvenil y la drástica caída de la natalidad hacen que aumente la edad media de los españoles, hoy día en torno de 43 años. La causa más importante del envejecimiento es sin duda la caída en picado de la natalidad, que comenzó hace tres décadas, hasta llegar a la actual tasa de hijos por mujer de 1,27, casi un punto (un hijo) menos de lo necesario para que se dé el relevo generacional (2,1 hijos por mujer).
En la prospectiva del cuadro se aprecia un incremento de personas en los grupos de edad más avanzada, de 65 a 79 años y de 80 años en adelante. Del 9,1% que representaban en conjunto estos grupos de población en 1950, la previsión sobrepasa el 30% para el 2050.
El cambio de la pirámide poblacional tiene consecuencias para los contribuyentes, puesto que en los Presupuestos Generales del Estado aumentan las partidas destinadas a las pensiones y a sostener el sistema sanitario. Una población activa en descenso tendrá que soportar las necesidades de los menores de edad y las personas mayores.
Los datos que aporta el Instituto Nacional de Estadística (INE) señalan que desde 1981 la población de mayores casi se ha duplicado, en tanto que la juvenil se ha reducido en un 40%.
A falta de una política decidida de apoyo a la natalidad, que bien podría incluir beneficios fiscales, lo cierto es que son los inmigrantes los que rejuvenecen la población española, rebajando la edad media, aunque no sea más que en un año.
Las extranjeras en España superan el índice de fecundidad de las madres españolas, hasta alcanzar un 1,6 hijos por mujer. En parte puede ser por sus hábitos y cultura, pero también porque emigran en edades de tener hijos. En conjunto, la población española supera los 46,6 millones de habitantes, pero no pasaría de 42,1 millones de no ser por el colectivo de los inmigrantes
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