Diversos estudios ponen de relieve la escasa atención que se está prestando al incremento de la desigualdad dentro de cada país entre los diferentes grupos generacionales. El colectivo de 16 a 29 años soporta situaciones de alto nivel de desempleo y elevada incidencia del trabajo temporal y del trabajo parcial involuntario, que acarrean menores salarios y dificultades de promoción y formación en el trabajo.
Observamos que la tasa de paro en el grupo de 20 a 24 años duplica al de 25 a 54 años y el desempleo juvenil llega a afectar a la mitad de su colectivo. En cifras globales, la situación relativa ha empeorado en el segundo trimestre, ya que mientras en el grupo de 25 a 54 años ha descendido el paro en 271.600 personas y en los mayores de 55 años, en 41.800, los jóvenes de 16 a 24 años en desempleo aumentaron en 7.400.
En mazo 2018, la tasa de desempleo para menores de 25 años era en España el 36,3%, la más alta de Europa después de Grecia. La tasa menor tenía Alemania (6,6%) y la media europea se situaba en 16,8%.
En base al índice de Gini, la desigualdad se ha mantenido en Europa en la última década, (salvo en España, que ha aumentado). La renta disponible de la población mayor de 65 años ha crecido y se ha estancado en el resto de la población. Se debe en gran parten al efecto de las pensiones de jubilación en la redistribución de las rentas.
Da la impresión de que el sistema de bienestar vigente otorga una desigual protección en términos generacionales, dando preferencia al colectivo de personas mayores y relegando a los jóvenes de los programas de rentas mínimas, como lo demuestra las dificultades de acceso a la vivienda, lo cual les acarrea bajos niveles de emancipación.
Hay que recordar que el pacto social implícito supone que los jóvenes reciben una formación y cuentan con expectativas de buenas condiciones laborales para poder sostener y reiniciar el ciclo intergeneracional. Pero parece que el sistema se está resintiendo en el encuentro con el mercado de trabajo.
Los jóvenes no deben caer en una situación de agobio y falta de oportunidades que resquebraje el consenso social. En una fase de mejora económica, una mayor atención a la situación de la juventud puede ayudar al restablecimiento del equilibrio, facilitando el acceso de los jóvenes al trabajo y mejorando las condiciones de los ocupados.
En el siguiente cuadro se recoge la situación del desempleo por grupos de edad, en porcentaje sobre la población activa, en España, en el segundo trimestre de 2018:
Observamos que la tasa de paro en el grupo de 20 a 24 años duplica al de 25 a 54 años y el desempleo juvenil llega a afectar a la mitad de su colectivo. En cifras globales, la situación relativa ha empeorado en el segundo trimestre, ya que mientras en el grupo de 25 a 54 años ha descendido el paro en 271.600 personas y en los mayores de 55 años, en 41.800, los jóvenes de 16 a 24 años en desempleo aumentaron en 7.400.
En mazo 2018, la tasa de desempleo para menores de 25 años era en España el 36,3%, la más alta de Europa después de Grecia. La tasa menor tenía Alemania (6,6%) y la media europea se situaba en 16,8%.
En base al índice de Gini, la desigualdad se ha mantenido en Europa en la última década, (salvo en España, que ha aumentado). La renta disponible de la población mayor de 65 años ha crecido y se ha estancado en el resto de la población. Se debe en gran parten al efecto de las pensiones de jubilación en la redistribución de las rentas.
Da la impresión de que el sistema de bienestar vigente otorga una desigual protección en términos generacionales, dando preferencia al colectivo de personas mayores y relegando a los jóvenes de los programas de rentas mínimas, como lo demuestra las dificultades de acceso a la vivienda, lo cual les acarrea bajos niveles de emancipación.
Hay que recordar que el pacto social implícito supone que los jóvenes reciben una formación y cuentan con expectativas de buenas condiciones laborales para poder sostener y reiniciar el ciclo intergeneracional. Pero parece que el sistema se está resintiendo en el encuentro con el mercado de trabajo.
Los jóvenes no deben caer en una situación de agobio y falta de oportunidades que resquebraje el consenso social. En una fase de mejora económica, una mayor atención a la situación de la juventud puede ayudar al restablecimiento del equilibrio, facilitando el acceso de los jóvenes al trabajo y mejorando las condiciones de los ocupados.
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