martes, 3 de julio de 2018

ACTIVOS INTANGIBLES

El desarrollo tecnológico de las últimas décadas está transformando los procesos productivos de muchos sectores económicos y propiciando la aparición de nuevos sectores en los países avanzados. A este avance se le conoce como “ la nueva economía del conocimiento”.

En la base del progreso se encuentra el conocimiento científico y tecnológico, capaz de generar nuevos productos y servicios, así como introducir mejoras relevantes en los ya existentes a través de renovados procesos productivos.

Hay que mencionar los esfuerzos realizados en la investigación y desarrollo (I+D), en combinación con Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), junto a los llamados “internet de las cosas”, (interconexión digital de objetos cotidianos), “computación en la nube”(servicios a través de internet) y el “big data”(datos en gran escala). Esta nueva fase tecnológica se viene denominando Cuarta Revolución Industrial, en la que convergen tecnologías digitales, físicas y biológicas.

Un rasgo distintivo de la economía del conocimiento es que está sometida a una obsolescencia muy rápida, lo cual provoca el incremento del coste y el aumento en el riesgo de las nuevas inversiones. Para poder competir en los mercados, los menores plazos de amortización del inmovilizado exigen renovaciones frecuentes, que conllevan adaptaciones organizativas casi continuas y la necesidad de permanentes formaciones de los trabajadores.

Al extenderse el uso de las TIC, con la aceleración de la robotización y automatización de los procesos productivos, están implantándose las cadenas globales de valor, consecuencia de la fragmentación de los procesos en fases diferenciadas. Todo ello está afectando a la organización interna de las empresas (trabajo en equipo, decisiones más horizontales, multidisciplinariedad), lo que lleva a la necesidad de reinventar los modelos de negocios.

La consecuencia es que, además de capital físico y tecnológico, las empresas precisan acumular un conocimiento que no se valora en los documentos contables, pese a ser importante para la productividad y la competitividad. Es el denominado “capital intangible”, constituido por actividades ligadas a la investigación y desarrollo (I+D), a las mejoras organizativas, a los gastos en publicidad destinados a mejorar la imagen de marca, la formación de los trabajadores, el software y el tratamiento eficiente de las bases de datos. El gasto en los intangibles tiene hoy día la misma consideración que el realizado, por ejemplo, en la compra de maquinaria y equipos.

Hay un grupo de activos intangibles que forman parte del Producto Interior Bruto (PIB), tales como el softwear, las bases de datos y la I+D. Otros activos intangibles, a los que se llama “mas allá del PIB”, no forman parte del cálculo de la producción del país. Este grupo incluye el diseño, la publicidad, el estudio de mercado, el coste de formación de los trabajadores y la estructura organizativa

Con el siguiente gráfico, recogido en el informe “La economía intangible en España” (COTEC-IVIE), podemos hacernos una idea de la distribución de este último grupo, Activos Intangibles Más Allá del PIB (AIMAPIB)



Se puede resaltar que del total de estos cinco tipos de gastos los países que más invierten proporcionalmente en mejorar la estructura organizativa de las empresas son Reino Unido (50,6%) y Holanda (46,8%) y el país que destaca en formación es Alemania (25,7%). En cuanto a España, es el que más invierte en diseño y publicidad (en total, 50,1%) y el que menos dedica a la estructura organizativa (26,7%).

En esta fase del desarrollo económico resulta evidente que no es la tecnología el factor limitativo, sino la organización y la capacidad de las personas que la utilizan. Un papel importante es el de aquellos activos intangibles que, sin ser admitidos aún como inversión y, por tanto, situarse fuera del cálculo del PIB, resultan claves para gestionar las TIC, impulsando el desarrollo económico.


















































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