martes, 17 de octubre de 2017

HIPERGLOBALIZACIÓN

La hipergloblización es una fase de la globalización caracterizada por el crecimiento acelerado de los flujos transfronterizos de bienes, servicios y capitales, en particular el incremento exponencial de los flujos digitales. Al alejarse muchas grandes empresas de situaciones de competencia efectiva, la hiperglobalización provoca una elevada concentración de poder económico y de riqueza en manos de un número pequeño de personas.

Aunque los bancos centrales alertaron recientemente del riesgo de debilitarse la globalización, lo cierto es que el proceso sigue su marcha. Muchas cadenas de valor industriales ahora tienen eslabones diseminados entre varios países, lo que hace aumentar todavía más la necesidad del comercio internacional. Esto es posible, entre otras cosas, a que se mantienen costos de transporte comparativamente bajos.

Aunque la Organización Mundial de Comercio (OMC) ha perdido el empuje del pasado y no logra concluir la ronda de negociaciones, sus acuerdos y reglamentaciones siguen vigentes y son aprovechados por las grandes empresas. Quizás, los movimientos más llamativos son los cambios de los actores protagonistas.


Como observamos en el gráfico, en tiempos pasados (los primeros XV siglos de la Era Cristiana), el grueso de la riqueza mundial estuvo en los dos países más poblados del mundo: India y China. A partir de aquel momento, Europa avanzó en la ciencia, la política y el comercio, y fue recomponiendo la economía mundial, hasta la irrupción de Estados Unidos como país dominante a principios del siglo XX, empujado por la emigración europea.

Desde finales del siglo XX, China recupera la preeminencia mundial y le siguen India y Japón, en tanto que Europa y Estados Unidos van declinando su posición económica en el mundo.

El recambio de actores es evidente en las instituciones financieras internacionales. Un buen ejemplo ocurrió en el Banco Mundial y el FMI donde China salió de su larguísimo silencio, y poco a poco comenzó a tomar protagonismo. Una expresión de ese cambio fue la elección de un economista chino como vicepresidente y economista jefe del Banco Mundial.

Se señalan también otras características de esta globalización contemporánea: la desmaterialización, expresada por el mayor aumento en el comercio de servicios respecto al de mercancias; el creciente incremento de flujos de capital entre un grupo cada vez más amplio de naciones; el surgimiento de un gigante comercial a escala planetaria (China); la proliferación de acuerdos regionales de comercio, y la reducción de las barreras al comercio en bienes pero su persistencia en los servicios.

En los últimos años, con la incertidumbre y la volatilidad en el crecimiento, los inversores dejaron emprendimientos en industrias, para enfocarse en sectores más seguros, como alimentos, tierras, minerales y energía. Los flujos de capital se dirigieron hacia América del Sur (Brasil sobre todo) y la mitad de ellos acabó en el sector de recursos naturales.

Se mantienen resistencias frente a este tipo de globalizacción de cuantos siguen sufriendo directamente sus efectos: campesinos desplazados por agronegocios de exportación, indígenas que deben lidiar con impactos de empresas mineras o petroleras y colectivos que pierden su trabajo por la avalancha de productos importados,

La globalización avanza beneficiando a unos y dejando a otros sumidos en graves problemas. Frente a ella, los movimientos sociales llaman a retomar y reconstruir las capacidades de crítica, movilización y alternativas, una tarea en la que tendrá que implicarse la sociedad civil.











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