La observación de cualquier indicador económico general nos muestra una evolución ondulada, con subidas y bajadas de intensidad y duración desiguales, que denominamos recuperación, expansión-auge, crisis-recesión y depresión,
Como podemos observar en el gráfico, la recuperación se inicia una vez superado el deterioro anterior, con aumentos de consumo, inversión y beneficios, pero con salarios contenidos por el elevado desempleo. En la expansión sube el ritmo de crecimiento, aumenta la capacidad productiva, crece el empleo, y culmina en el auge, que da paso a la crisis, deteniéndose el crecimiento, y se inicia la recesión, reduciéndose la producción, el consumo y la inversión, hasta caer a veces en la depresión.
Tras 5 años de recesión (2009-2013), la economía española volvió al crecimiento económico en el 2014, con una tasa positiva de PIB del 1,4%, superando la crisis más larga de las últimas décadas.
Los efectos de la que se ha llamado la Gran Recesión continúan aun presentes, ya que el nivel del PIB de 2008 no se recuperará hasta finalizar este año, el empleo de entonces (19,3 millones) tardará aun varios años más en alcanzarse, porque al final de 2016 llegaba a 18,5 millones, y habrá de recuperarse la caída de salarios entre 2010 y 2014, que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) cuantificaba en un 7,5%.
Una mirada a los componentes de la demanda agregada nos muestra que la recuperación se produce porque en el período 2014-2016 aumenta notablemente el consumo interno, al haber mejorado las expectativas, y las empresas incrementan su actividad al contar con mayor facilidad para acceder a créditos. La explosión de la burbuja inmobiliaria dejó al sector de construcción a un nivel muy bajo, pero la inversión empresarial en equipos vuelve a sus importes anteriores a la crisis, con lo que se recupera el nivel total de inversión. Las exportaciones crecen un 62% ente 2009 y 2016, marcando un registro récord y reduciendo el saldo negativo de la balanza comercial.
Hay multitud de explicaciones sobre el origen de los ciclos económicos. Una de ellas, la monetaria, señala que los bancos comienzan a aumentar el volumen de préstamos, incrementando la renta disponible, que permiten a las familias acrecentar el consumo, pero eso hace que más tarde los precios vayan subiendo y los bancos aumenten el tipo de interés, con una disminución del crédito y la caída de la inversión y el consumo, que lleva a la recesión.
Por su parte, el economista británico Keynes creía que las oscilaciones tenían como origen las expectativas y el carácter muy volátil de la inversión, que con los efectos multiplicador y acelerador provoca cambios mucho mayores en la renta. Por eso pide la intervención del Gobierno para estabilizar la demanda.
La economía marxista culpa de la crisis a la sobreproducción de las empresas, que no puede ser absorbida por la demanda y trae consigo la recesión económica, hasta que el aumento del paro da lugar a que bajen los salarios y se llegue a contratar trabajadores, aumentando la demanda y volviendo a expandirse la economía.
En los últimos años se afirma que los ciclos económicos se vienen produciendo a causa de algún shock externo a los mercados, como puede ser un cambio tecnológico, al que no se responde adecuadamente.
Las crisis aparecen como cambios sobre la inercia en la que están ancladas las economías. Al sostenerse en factores y procesos muy cambiantes, como la inversión y las expectativas, no resulta aventurado establecer que las crisis continuarán azotándonos, aunque quizás sea posible reducir su frecuencia y dureza en la medida en que se controlen los movimientos de capital y se refuerce la regulación de la actividad bancaria.
Tras 5 años de recesión (2009-2013), la economía española volvió al crecimiento económico en el 2014, con una tasa positiva de PIB del 1,4%, superando la crisis más larga de las últimas décadas.
Los efectos de la que se ha llamado la Gran Recesión continúan aun presentes, ya que el nivel del PIB de 2008 no se recuperará hasta finalizar este año, el empleo de entonces (19,3 millones) tardará aun varios años más en alcanzarse, porque al final de 2016 llegaba a 18,5 millones, y habrá de recuperarse la caída de salarios entre 2010 y 2014, que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) cuantificaba en un 7,5%.
Una mirada a los componentes de la demanda agregada nos muestra que la recuperación se produce porque en el período 2014-2016 aumenta notablemente el consumo interno, al haber mejorado las expectativas, y las empresas incrementan su actividad al contar con mayor facilidad para acceder a créditos. La explosión de la burbuja inmobiliaria dejó al sector de construcción a un nivel muy bajo, pero la inversión empresarial en equipos vuelve a sus importes anteriores a la crisis, con lo que se recupera el nivel total de inversión. Las exportaciones crecen un 62% ente 2009 y 2016, marcando un registro récord y reduciendo el saldo negativo de la balanza comercial.
Hay multitud de explicaciones sobre el origen de los ciclos económicos. Una de ellas, la monetaria, señala que los bancos comienzan a aumentar el volumen de préstamos, incrementando la renta disponible, que permiten a las familias acrecentar el consumo, pero eso hace que más tarde los precios vayan subiendo y los bancos aumenten el tipo de interés, con una disminución del crédito y la caída de la inversión y el consumo, que lleva a la recesión.
Por su parte, el economista británico Keynes creía que las oscilaciones tenían como origen las expectativas y el carácter muy volátil de la inversión, que con los efectos multiplicador y acelerador provoca cambios mucho mayores en la renta. Por eso pide la intervención del Gobierno para estabilizar la demanda.
La economía marxista culpa de la crisis a la sobreproducción de las empresas, que no puede ser absorbida por la demanda y trae consigo la recesión económica, hasta que el aumento del paro da lugar a que bajen los salarios y se llegue a contratar trabajadores, aumentando la demanda y volviendo a expandirse la economía.
En los últimos años se afirma que los ciclos económicos se vienen produciendo a causa de algún shock externo a los mercados, como puede ser un cambio tecnológico, al que no se responde adecuadamente.
Las crisis aparecen como cambios sobre la inercia en la que están ancladas las economías. Al sostenerse en factores y procesos muy cambiantes, como la inversión y las expectativas, no resulta aventurado establecer que las crisis continuarán azotándonos, aunque quizás sea posible reducir su frecuencia y dureza en la medida en que se controlen los movimientos de capital y se refuerce la regulación de la actividad bancaria.
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