martes, 18 de octubre de 2016

PARAÍSOS FISCALES



El tema de los “paraísos fiscales” ha vuelto a la actualidad por los documentos filtrados a la prensa, denominados “papeles de Panamá”, que ha dado a conocer el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. Se ha podido tener acceso a operaciones de sociedades opacas con centenares de nombres españoles de políticos, empresarios, futbolistas, artistas... que han realizado transacciones financieras oscuras en múltiples jurisdicciones.

El término “paraíso fiscal” se debe a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que designa a los territorios con escasa o nula tributación para las operaciones financieras, a veces relacionadas con hechos delictivos. No solo se caracterizan por sus sofisticados mecanismos de fraude fiscal, sino que están insertados en la dinámica del capitalismo financiero.

No resulta acertada la expresión “paraíso fiscal”. Parece como si se celebrase la posibilidad de burlar la obligación de tributar (¿infierno?) allá donde se generan las rentas. Los impuestos sostienen la convivencia social y son la contraprestación de lo servicios comunes de una sociedad organizada. Cuanto más desarrollada sea, mayores serán los impuestos para atender las necesidades colectivas, como la educación, la salud, las situaciones de desempleo, las pensiones y el cuidado de personas mayores, además de la seguridad y las infraestructuras físicas.

Los “paraísos fiscales” son conocidos desde hace mucho tiempo, pero adquirieron notable auge a mediados del siglo XX. Así, algunas pequeñas islas británicas y otras del Caribe reciben más inversiones norteamericanas que la inmensa China. Las islas Caimán se han convertido en el cuarto centro financiero del mundo y, junto las islas Vírgenes, están cerca del liderazgo mundial en seguros y transportes marítimos.

Empresas y personas de alto nivel económico colocan su dinero en “paraísos fiscales”, como residentes extranjeros, para evitar las regulaciones y limitaciones impuestas en sus países de origen, sin que lleguen a instalarse físicamente en esos territorios. Les basta con inscribir en ellos sus empresas y fondos privados para ocultarse de las autoridades.

Además de las localizaciones en lugares exóticos, hay también “paraísos fiscales” en países desarrollados: Suiza, Luxemburgo, Mónaco, Delaware, Andorra, Gibraltar...Se estima que por los paraísos transitan más de la mitad de los flujos financieros internacionales.




En el mapa mundial se marcan en rojo la mayoría de los territorios considerados como paraísos fiscales.

Gran Bretaña juega un papel importante en la evasión fiscal internacional, puesto que tiene bajo su tutela a conocidos territorios con prácticas fraudulentas. Más de la mitad de las sociedades “pantalla” filtradas del despacho de Mossack Fonseca están registradas en territorio bajo tutela británica y la City de Londres dependen en buena medida de las operaciones financieras procedentes de los paraísos fiscales, según destacan algunos analistas.

Es evidente que ninguno de los “paraísos” puede existir sin el beneplácito de algunos de los grandes Estados. Para terminar con este fraudulento sistema bastaría con que los países con mercados financieros importantes, como EE.UU y Gran Bretaña, dictasen normas declarando ilegal cualquier transacción proveniente de países no transparentes.

Pero los Estados se mueven en la ambigüedad o son claramente reticentes a tomar iniciativas contundentes, seguramente porque la complicidad entre la economía tradicional y la versión “offshore” (fuera de la jurisdicción del país de su propietario) es tan grande que les resulta difícil pensar en una sin la otra.





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