La expresión “estancamiento secular”, que también se conoce
como “nueva mediocridad”, hace referencia al proceso de escaso crecimiento económico
global que se viene observando en los últimos años. Los países desarrollados se
mantienen en un ritmo de avance muy por debajo del promedio histórico.
El abanderado de este fenómeno ha sido Japón, que ha estado en deflación más de 20 años, sin apenas
crecimiento económico, y ahora se teme que sea la Eurozona la que sufra las
consecuencias de un crecimiento raquítico prolongado.
El estancamiento es propio de países con población envejecida
y deuda pública muy elevada, como son los casos de la Unión Europea, con más
del 90% del PIB, y Japón, que supera el 200%.
El Producto Interior Bruto por habitante en la Eurozona pasó
de 28.900 euros en el año 2010 a 30.700 en 2015, lo cual supone un crecimiento
medio anual del 1,21% en los últimos 5 años.
El Banco de España ha advertido de una progresiva
desaceleración de la economía española, al ir agotándose algunos factores temporales que supusieron un fuerte
viento de cola en 2015, tales como el precio del petróleo, la depreciación del
euro y los bajo tipos de interés.
Parece que la era de las expectativas menguantes, que se
anunciaba en la década de 1990, ha llegado y plantea una pregunta que se ha
hecho popular desde el comienzo de la Gran Recesión: ¿vivirán nuestros
descendientes peor que nosotros? Los jóvenes perciben que su porvenir aparece
más incierto que el de sus progenitores.
Analistas de CaixaBank estiman que los jóvenes que se
incorporan al trabajo verán multiplicado su nivel de nivel por 1,5 durante sus
años activos. En cambio, quienes empezaron a trabajar antes de 1960 y se jubilaron en
2005 multiplicaron por 5,9 su renta y los que trabajen entre 1980 y 2035
disfrutarán de un multiplicador de 2,2
La inseguridad hace que la economía se perciba como una
amenaza y no como una promesa de prosperidad. Es evidente que se requiere un
plan de estímulos para realizar inversiones y apoyar la estabilidad social.
Aunque algunos opinan que pueden llegar avances tecnológicos que
den un impulso duradero al crecimiento económico, lo cierto es que el último
gran descubrimiento ha sido Internet, que afloró hace casi medio siglo, y la
incidencia de la robotización y la digitalización (cuarta revolución
industrial) todavía no se aprecia en el Producto Interior Bruto de los países.
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