Además de las transacciones comerciales de productos y
servicios, los países vienen realizando de hecho un tipo de comercio que se caracteriza por
ejecutarlo a lo largo del tiempo, representado por los préstamos y el
endeudamiento internacionales. Es el denominado “comercio intertemporal”.
Recordemos que la condición de equilibrio de la balanza por
cuenta corriente de un país establece que el conjunto de las exportaciones (X)
menos las importaciones (M ) -con el añadido de servicios, rentas y
transferencias- es igual al ahorro privado (S) más el ahorro público (T-G)
menos las inversiones (I). Es la conocida expresión X - M = S + (T-G) – I,
siendo (T-G) el ahorro público.
Por tanto, el saldo de la balanza por cuenta corriente (primer
miembro de la ecuación) es igual a la
diferencia entre el ahorro y la
inversión (segundo miembro), lo que implica, si esa diferencia es negativa, un endeudamiento
neto del país con el resto del mundo. En el caso contrario, un país que invierte menos de lo que ahorra tiene una balanza excedentaria y concede
préstamos al exterior.
Los préstamos y las deudas pueden considerarse, por lo tanto,
como otro tipo de comercio, con la diferencia de que, en lugar de intercambiar
bienes en un momento dado, se intercambian “bienes hoy” a cambio de “bienes en
el futuro”.
Cualquier país tiene que elegir entre el consumo actual de la
renta y el ahorro de una parte para realizar inversiones (edificios, equipos
productivos, etc.), a fin de aumentar la capacidad productiva e incrementar así
el consumo en el futuro. La elección es, por tanto, entre “consumo presente” y “consumo futuro”.
Un país comercia de hecho a través del tiempo aceptando un
préstamo o prestando a otros países. En el primer caso podrá gastar más de lo
que produce, pero como tendrá que devolver el préstamo con intereses, en el
futuro consumirá menos que la renta generada. Si consideramos a “r” el tipo de
interés real del préstamo, una unidad de
consumo presente equivaldrá a (1+r) unidades en el futuro.
Centrándonos en el caso de la economía española, el gráfico
muestra que el país tuvo en el período 2000-2011 elevados déficits en
la balanza por cuenta corriente+capital. España no fue capaz de reducir el
consumo y ahorrar lo suficiente para financiar la enorme inversión, por lo que
tuvo que endeudarse con el resto del mundo.
Una parte importante de las inversiones españolas no se orientaron a instalaciones y equipamiento
para mejorar la capacidad productiva, sino que se centraron en el sector de la construcción. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria se
llevó por delante gran parte de los frutos del esfuerzo inversor y el PIB llegó
a descender en torno al 8%.
El exceso de inversión en el período de la burbuja
inmobiliaria, al no compensarse con suficiente ahorro interno (menor consumo), está
suponiendo de hecho una reducción del consumo (más dedicación al ahorro) en los
años siguientes. Con rentas en descenso, una parte del ahorro se ha dedicado a reducir
el endeudamiento de familias y empresas.
Como vemos en el gráfico, en los años 2013 y 2014 se consiguieron superávits de financiación, lo que quiere
decir que ha sido posible comenzar a devolver la deuda externa española. Este
año continúa el superávit, puesto que en el segundo trimestre se había logrado
una capacidad de financiación del 1,8% del PIB.
Harán falta muchos años de ahorro (menor consumo) para reducir
de modo significativo la deuda externa del
93,5% del PIB actual, al menos hasta el nivel admitido por la Comisión Europea
(35%).