martes, 14 de julio de 2015

EFECTOS DEL APALANCAMIENTO FINANCIERO

Ya es conocido que en el origen de la reciente crisis financiera tuvieron especial relevancia tanto la euforia compradora de viviendas, al grito de “!Los precios de las viviendas no pueden bajar!”, como los reducidos tipos de interés.

En ese entorno, el relajamiento de la normativa bancaria de concesión de créditos hipotecarios hizo que se dieran préstamos a familias con escasas probabilidades de poder atender los pagos de intereses y amortizaciones (clientes “subprime” en la terminología norteamericana)

Sucedió también que la preocupación de los bancos por el riesgo de impago disminuyó notablemente, porque encontraron la manera de sacar de sus contabilidades los créditos concedidos. Reunieron muchos créditos en instrumentos financieros (“titulización”) y los vendieron a otros inversores, que difícilmente podían comprobar la calidad de cada uno de los préstamos. A falta de regulación legal específica, tampoco las agencias de certificación  eran capaces de verificarlo.

Cuando los precios de las viviendas comenzaron a descender, llegó un momento en que las deudas de los prestatarios eran superiores a los valores de las viviendas hipotecadas, por lo que la garantía de los impagos había desaparecido y los bancos tuvieron que reconocer en sus balances las pérdidas de valor de los activos financieros confeccionados con las hipotecas.

La extensión del efecto de la caída de los precios de la vivienda, hasta provocar la recesión económica, se debió fundamentalmente al apalancamiento financiero, que consiste en usar préstamos para financiar operaciones, en lugar de realizarlas con fondos propios. La ventaja que ofrece el endeudamiento es la posibilidad de incrementar la rentabilidad sobre la inversión, pero con el riesgo de  caer en la insolvencia si la operación no sale bien.


Veamoslo con un ejemplo de dos entidades financieras: un Banco y una Cooperativa de Crédito. Supongamos que ambas tienen activos por 20.000 millones de euros y se diferencian en la forma de financiarse. La Cooperativa de Crédito, con mayor aversión al riesgo que el Banco, cuenta con 2.000 millones de recursos propios y 18.000 de dinero ajeno. En cambio, el Banco utiliza en mayor proporción el dinero ajeno (19.200 millones) y los socios sólo han aportado 800 millones  

Con los datos anteriores podemos calcular el “coeficiente de apalancamiento”, que es el cociente entre los Activos y los Recursos Propios. La Cooperativa de Crédito tiene un coeficiente de 10 (20.000/2.000) y el Banco alcanza el nivel de 25 (20.000/800)


Si el valor de los activos, entre los que se encuentran los crédito hipotecarios garantizados con las viviendas, descienden un 10%, la pérdida de 2.000 millones (10% de 20.000) es superior a los Fondos Propios del Banco, con lo que entra en quiebra de -1.200 (800-2.000), en tanto que la Cooperativa de Crédito sigue siendo solvente, porque tiene Recursos Propios suficientes (2.000) para compensar la pérdida de los activos. 

Pese al riesgo que conlleva, los bancos suelen apostar por el alto apalancamiento, porque resulta tentador la alta rentabilidad que puede alcanzarse. Si los activos proporcionan una rentabilidad anual del 3% y el coste del dinero que pueden conseguir las entidades en el mercado es del 1%, es decir, un margen del 2%, la Cooperativa de Crédito obtendrá un rendimiento de los Recursos Propios de 20% [(2% x 20.000)/2.000] y el Banco logrará un  50% [(2% x 20.000)/800]. Comprobamos que los coeficientes de apalancamiento (10 y 25) funcionan como multiplicadores de los  márgenes: 20% (10 x 2%) en la Cooperativa de Crédito y 50% (25 x 2%) en el Banco.

Como hemos visto en las dos últimas décadas, mientras los precios de las viviendas subieron, los bancos consiguieron elevados beneficios utilizando altos apalancamientos, pero cuando explotó la burbuja inmobiliaria y llegó la recesión económica tuvieron que absorber las pérdidas, y muchos bancos no tenían recursos propios suficientes.

Los bancos insolventes dejaron  de conceder créditos y los que sobrevivieron tampoco estaban en condiciones para atender a la clientela porque habían mermado sus recursos propios. Se necesitaba más capital, pero no era fácil conseguir que se invirtiera en bancos. El crédito casi se congeló y la crisis financiera afectó a la economía real, hundiendo el consumo y la inversión, hasta provocar en 5 años un descenso en torno al 7% del PIB español. 

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