La crisis financiera ha dejado en muchos países como herencia
una elevada deuda pública, que nos va a acompañar durante mucho tiempo. Los
déficits de los presupuestos del sector público han acumulado deuda hasta el
punto de que, en España, viene a representar el equivalente al PIB de un año.
En el gráfico (en miles de millones de euros) tenemos la
evolución de la deuda pública española, en los términos que la Unión Europea
denomina “Protocolo de déficit excesivo”. Según el Banco de España, en mayo de
2015 alcanzó la cifra de 1,04 billones. Incluyendo todos los conceptos, el
volumen de los pasivos en circulación (deuda pública total) del país asciende a 1,5
billones.
Un déficit público no es malo en sí mismo, porque los saldos presupuestarios (superávits o déficits) pueden ayudar a redistribuir la carga
impositiva de los ciudadanos a lo largo del tiempo. Los déficits son un
problema cuando dan lugar a la acumulación persistente de deuda, que puede
tardar décadas en reducirse, o incluso, requerir una negociación de aplazamientos
y quitas con los acreedores
La deuda pública existente al final de un año tiene dos
componentes: el déficit primario del año (gastos menos ingresos públicos) y los
intereses de la deuda que había al comienzo del año, puesto que para
financiarla se tuvo que contratar préstamos emitiendo letras del tesoro y
bonos. Si se quiere llegar al menos a estabilizar la deuda, el Estado debe
conseguir un superávit primario suficiente para pagar los intereses.
En una economía que crece a lo largo del tiempo, el dato
relevante constituye la tasa de
endeudamiento, que es el cociente entre la deuda pública y el PIB (97,4% en
España)
Para estabilizar o reducir una elevada deuda, los países
tienen tres opciones: a) generar superávits primarios, recaudando por impuestos
más que el volumen de gastos públicos; b) financiarse a través del banco
central (restringido en la Eurozona por la normativa del BCE), elevando la
inflación y reduciendo el valor real de la deuda nominal, y c) suspender el
pago de la deuda, al menos en parte (quitas)
Las formas de financiar el déficit y de reducir la deuda
afectan a grupos económicos diferentes. La búsqueda del superávit primario, con
reducción de los gastos y la elevación de los impuestos indirectos, hace recaer la carga mayormente sobre las
espaldas de los trabajadores, en tanto que las quitas en la deuda y la
inflación afectan a los rentistas, a los titulares de los bonos del Estado, y a
los salarios que no estén indiciados contra los efectos de la inflación.
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