Tanto la prensa escrita como la televisión recogen habitualmente
noticias sobre las tres principales variables macroeconómicas de un país: la producción agregada, con el PIB como
indicador; el desempleo, que se
cuantifica sobre todo por la Encuesta de Población Activa (EPA), y la subida del nivel general de precios,
que viene medida por el índice de precios de consumo (IPC) y el deflactor del
PIB. Vamos a resumir el significado de esas variables y la evolución de los
indicadores citados en la economía española.
Fue al final de la Segunda Guerra Mundial cuando se formuló
en la mayoría de los países el Sistema de Contabilidad Nacional, a fin de elaborar
un indicador de la actividad agregada o total, al que se denominó Producto Interior
Bruto (PIB).
El PIB de un período puede determinarse a través de tres
vías: a) el valor de los bienes y los servicios finales producidos (no los
bienes intermedios, que se van a utilizar para obtener los finales); b) la suma
del valor añadido (producción menos bienes intermedios utilizados), y c) la suma
de las rentas de trabajo y de capital generadas.
El valor monetario de los bienes y servicios finales
producidos utilizando los precios corrientes se denomina PIB nominal. Si calculamos el PIB a precios constantes, es decir,
eliminando la influencia de la variación
de los precios, obtenemos el PIB real.
El gráfico representa la evolución del PIB real español en
porcentajes trimestrales en la última década. El PIB generado por la economía
española registró un crecimiento trimestral del 0,6% en el segundo trimestre de
2014. Las estimaciones del Banco de España señalan que en el tercer trimestre el incremento se ha reducido al 0,5%.
En términos anuales, la tasa de crecimiento es del 1,2%,
siete décimas mayor que la calculada en el trimestre anterior, al haber
aumentado la demanda nacional, contrarrestada en parte por una contribución
negativa del sector exterior.
La segunda variable importante es el desempleo: las personas que no tienen empleo pero están buscándolo.
El colectivo formado por los desempleados más los ocupados constituye la
población activa. Si dividimos los desempleados entre la población activa
obtenemos la tasa de paro.
Las personas que no tienen empleo ni lo están buscando se
consideran inactivas. Cuando el nivel de paro es elevado, hay personas
desempleadas que dejan de buscar trabajo y engrosan el colectivo de
trabajadores desanimados.
El número de parados tiende a disminuir en España desde hace
dos años, aunque a un ritmo muy lento. En el tercer trimestre de 2014 ha
descendido en 195.200 personas y se sitúa en 5,4 millones (23,67%)
Hay 151.000 nuevos empleados, pero el número de activos se
reduce en 44.200. La suma de ambos grupos (los que encuentran empleo y los que
dejan de buscarlo) da el número de personas (195.200) que abandonan la condición de parados.
La inflación es la
tercera gran variable macroeconómica. Supone una subida del nivel de precios.
La deflación, el efecto contrario, es el descenso continuado del nivel general de
precios.
Existen dos medidas de
la inflación: el IPC, que es el
aumento de precio de los bienes y
servicios que se consumen, y el deflactor
del PIB, que recoge la variación de todos los bienes y servicios que
produce el país, incluidos tanto los que componen la cesta de la compra como
los elementos productivos que compran las empresas.
Las variaciones del
índice general, que son negativas desde el verano pasado, como
observamos en el gráfico, vienen muy influidas por las alteraciones del precio
del petróleo. En cambio, el índice
subyacente, que no incluye los productos energéticos ni los alimentos sin
elaborar, es más estable.
Ambos métodos dan en general valores parecidos, pero difieren
en ciertos momentos. Así, cuando el precio del petróleo sube, el IPC suele aumentar más que el deflactor (afecta
al consumo pero no se produce en el país) y ocurre lo contrario cuando el
precio de los bienes importados baja en relación con los producidos en el país.
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