El Banco Central Europeo (BCE) decidió en su reunión del jueves pasado la reducción del tipo de interés aplicable a las operaciones principales de financiación del Eurosistema del 0,15% al 0,05%, situando el precio del dinero para los préstamos a los bancos en niveles desconocidos.
Con esta medida y la penalización a los bancos que guarden liquidez, el organismo presidido por Mario Draghi trata de llegar a la economía real. Con el fin de que los estímulos no se queden en los mercados, el BCE presiona a los bancos para que incrementen la concesión de créditos y sea posible impulsar la actividad económica, amenazada por los riesgos de una deflación.
El BCE tiene asumido como objetivo la estabilidad de los precios en la Eurozona a medio plazo. Trata de que el índice de precios al consumo armonizado para el conjunto de la Eurozona no supere la tasa del 2% anual.
En períodos de crisis, como el actual, aunque esté fuera del mandato recibido, el BCE también se ve en la necesidad de atender a otros objetivos relacionados con la estabilidad financiera y la fluidez del crédito, siempre supeditados a la política antiinflacionista.
La modificación del tipo de interés que cobra a los bancos afecta al nivel general del tipo de interés, a los precios de los activos financieros, al tipo de cambio y a las decisiones de consumidores y empresas, es decir, al ahorro y a la inversión.
Los bancos centrales cuentan con tres instrumentos para alcanzar su objetivo de estabilidad de precios: a) operaciones de mercado, que pueden ser de financiación a corto y largo plazo, ajustes para gestionar liquidez y medidas estructurales (el BCE plantea un programa de adquisiciones de títulos públicos y privados); b) facilidades permanentes, para inyectar o absorber liquidez a un día (se ha reducido el interés de las facilidades de crédito y se penalizan más los depósitos en el BCE) y c) coeficiente de caja, una exigencia a las entidades financieras para mantener reservas mínimas en forma de depósitos.
La política monetaria de la Eurozona, que se inició en 1999, mantuvo hasta el 2001 una orientación restrictiva, elevando el tipo de interés al 4,75% para contrarrestar los efectos inflacionarios de la burbuja tecnológica.
Como consecuencia de los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York, en 2001, los bancos centrales impulsaron una política monetaria expansiva para contrarrestar los efectos negativos que se esperaban. Por ello, el tipo de interés de referencia a mediados de 2003 se había situado en la Eurozona en el 2% y los bajos tipos continuaron durante largo tiempo, lo cual ayudó a la formación de las burbujas inmobiliaria y bursátil.
Tras los incrementos de precios de las materias primas y del petróleo (perturbación de oferta), para hacer frente a la presión inflacionista, los tipos de interés iniciaron subidas a partir del 2005, hasta alcanzar la tasa de interés oficial un 4% en el 2007.
Al explotar la burbuja inmobiliaria, la respuesta del BCE fue una política monetaria convencional muy expansiva, con tipos de interés básicos en descenso, que no ha resultado muy efectiva al situarse en niveles reducidos, por lo que ha llevado al BCE a poner en marcha medidas no convencionales, tales como inyecciones extraordinarias de liquidez y compra de títulos de renta fija.
En la conferencia anual de política monetaria, el congreso donde se reúnen los principales banqueros centrales del mundo, que se celebró en agosto pasado en Jackson Hole (Wyoming), Mario Draghi dio un golpe de timón. Rechazó los planes de austeridad y anunció políticas para impulsar la demanda agregada.
Hoy día existe un amplio consenso en que los planes de austeridad implantados han agravado la crisis en Europa. Se considera que los países deben ser alentados a gastar más para impulsar el empleo. Parece que Draghi se ha convencido de que Europa tiene que abandonar las políticas actuales e impulsar programas de crecimiento y mecanismos más flexibles para afrontar las nuevas deudas de los Estados.
La expectativa de que el dinero seguirá llegando a los mercados gracias a medidas del BCE está provocando la depreciación del euro frente al dólar, tal como se aprecia en el siguiente gráfico, hasta situarse en 1€=1,29$ al día de hoy.
Esta es la consecuencia más tangible en estos momentos. La depreciación del tipo de cambo, reclamada por muchos en los últimos meses, aunque ya sabemos que a corto plazo empobrece, mejorará la competitividad de las exportaciones europeas
Con esta medida y la penalización a los bancos que guarden liquidez, el organismo presidido por Mario Draghi trata de llegar a la economía real. Con el fin de que los estímulos no se queden en los mercados, el BCE presiona a los bancos para que incrementen la concesión de créditos y sea posible impulsar la actividad económica, amenazada por los riesgos de una deflación.
El BCE tiene asumido como objetivo la estabilidad de los precios en la Eurozona a medio plazo. Trata de que el índice de precios al consumo armonizado para el conjunto de la Eurozona no supere la tasa del 2% anual.
En períodos de crisis, como el actual, aunque esté fuera del mandato recibido, el BCE también se ve en la necesidad de atender a otros objetivos relacionados con la estabilidad financiera y la fluidez del crédito, siempre supeditados a la política antiinflacionista.
La modificación del tipo de interés que cobra a los bancos afecta al nivel general del tipo de interés, a los precios de los activos financieros, al tipo de cambio y a las decisiones de consumidores y empresas, es decir, al ahorro y a la inversión.
Los bancos centrales cuentan con tres instrumentos para alcanzar su objetivo de estabilidad de precios: a) operaciones de mercado, que pueden ser de financiación a corto y largo plazo, ajustes para gestionar liquidez y medidas estructurales (el BCE plantea un programa de adquisiciones de títulos públicos y privados); b) facilidades permanentes, para inyectar o absorber liquidez a un día (se ha reducido el interés de las facilidades de crédito y se penalizan más los depósitos en el BCE) y c) coeficiente de caja, una exigencia a las entidades financieras para mantener reservas mínimas en forma de depósitos.
La política monetaria de la Eurozona, que se inició en 1999, mantuvo hasta el 2001 una orientación restrictiva, elevando el tipo de interés al 4,75% para contrarrestar los efectos inflacionarios de la burbuja tecnológica.
Como consecuencia de los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York, en 2001, los bancos centrales impulsaron una política monetaria expansiva para contrarrestar los efectos negativos que se esperaban. Por ello, el tipo de interés de referencia a mediados de 2003 se había situado en la Eurozona en el 2% y los bajos tipos continuaron durante largo tiempo, lo cual ayudó a la formación de las burbujas inmobiliaria y bursátil.
Tras los incrementos de precios de las materias primas y del petróleo (perturbación de oferta), para hacer frente a la presión inflacionista, los tipos de interés iniciaron subidas a partir del 2005, hasta alcanzar la tasa de interés oficial un 4% en el 2007.
Al explotar la burbuja inmobiliaria, la respuesta del BCE fue una política monetaria convencional muy expansiva, con tipos de interés básicos en descenso, que no ha resultado muy efectiva al situarse en niveles reducidos, por lo que ha llevado al BCE a poner en marcha medidas no convencionales, tales como inyecciones extraordinarias de liquidez y compra de títulos de renta fija.
En la conferencia anual de política monetaria, el congreso donde se reúnen los principales banqueros centrales del mundo, que se celebró en agosto pasado en Jackson Hole (Wyoming), Mario Draghi dio un golpe de timón. Rechazó los planes de austeridad y anunció políticas para impulsar la demanda agregada.
Hoy día existe un amplio consenso en que los planes de austeridad implantados han agravado la crisis en Europa. Se considera que los países deben ser alentados a gastar más para impulsar el empleo. Parece que Draghi se ha convencido de que Europa tiene que abandonar las políticas actuales e impulsar programas de crecimiento y mecanismos más flexibles para afrontar las nuevas deudas de los Estados.
La expectativa de que el dinero seguirá llegando a los mercados gracias a medidas del BCE está provocando la depreciación del euro frente al dólar, tal como se aprecia en el siguiente gráfico, hasta situarse en 1€=1,29$ al día de hoy.
Esta es la consecuencia más tangible en estos momentos. La depreciación del tipo de cambo, reclamada por muchos en los últimos meses, aunque ya sabemos que a corto plazo empobrece, mejorará la competitividad de las exportaciones europeas
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